04 septiembre, 2008

Cuando el mundo ignora las lecciones de su historia

Amnistia Internacional
Cuando María Victoria Cruz Franco dio a luz a sus hijas, probablemente no se imaginaba que pasaría la mayor parte de su vida intentando encontrarlas. Ernestina y Erlinda tenían tan sólo siete y tres años, respectivamente, cuando El Salvador se encontraba inmerso en un mortal conflicto interno. Corría el año 1982 cuando el ejército las capturó en el contexto de una operación militar e hizo que "desaparecieran" para siempre.

María Victoria no volvió a tener noticias de sus niñas. Transcurridos más de 25 años desde aquel trágico día, todavía no sabe qué les sucedió a sus hijas. María Victoria llamó en vano a todas las puertas, tanto en El Salvador como en el extranjero. No se llevó a cabo ninguna investigación. Nadie compareció ante la justicia.

A miles de kilómetros de El Salvador, en Pakistán, vive Amina Masood Janjua. Su vida hoy apenas se diferencia de la de María Victoria en El Salvador allá por el año 1982. Amina vio por última vez a su esposo Masood Ahmad Janjua el 30 de julio de 2005, cuando salió de casa para reunirse con su amigo Faisal Faraz. Según declaraciones de testigos presenciales, ambos hombres fueron detenidos por las fuerzas de seguridad pakistaníes cuando viajaban en un autobús. Amina no ha vuelto a ver a su esposo o a tener noticias suyas desde que se despidió de él cuando salía de casa, aunque hay personas que declaran que lo han visto en un centro secreto de detención, donde las autoridades pakistaníes lo mantienen retenido sin presentar cargos contra él ni someterlo a juicio.

Nadie sabe si Ernestina, Erlinda o Masood están vivos o muertos. Si alguien los mató o si los mantiene cautivos, sometidos a tortura. Nadie sabe nada. Simplemente, han "desaparecido".

Ernestina, Erlinda y Masood son sólo ejemplos de una aterradora corriente delictiva que hoy, al igual que hace 25 años, tiene lugar en todo el mundo.

Desde la década de los ochenta, la ONU y Amnistía Internacional han documentado las historias de miles de personas en más de 80 países cuyo paradero, sencillamente, se desconoce. Sólo en 2007, se documentaron denuncias de desaparición forzada en 29 países.

Para muchos, la práctica de las desapariciones forzadas comenzó con las dictaduras militares de Latinoamérica. Sin embargo, las cosas han cambiado mucho en 25 años.

La práctica gubernamental de llevarse a personas y mantenerlas retenidas en secreto ha evolucionado y se ha extendido a medida que crece el número de países que aceptan y justifican este crimen en nombre de la "la lucha contra el terrorismo". El 6 de septiembre de 2006, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, confirmó que la CIA había puesto en marcha un programa de detención prolongada en régimen de incomunicación en lugares secretos, práctica en la que han tomado parte, en mayor o menor grado, Gobiernos de todo el mundo. Las personas a las que se mantiene retenidas dentro de dicho programa son víctimas de desaparición forzada, ya que se las mantiene retenidas, expuestas a sufrir tortura y a que se las mate, sin que nadie conozca su paradero. En julio de 2007, el presidente Bush volvió a dar su aprobación a este programa.

Antes de 2001, las desapariciones forzadas era algo muy poco frecuente en la tierra natal de Amina, Pakistán. Pero, a raíz de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, las detenciones se justificaron en nombre de la "guerra contra el terrorismo" que ese país lidera. Posteriormente, la práctica se extendió a activistas, como en el caso, entre otros, de los pueblos baloche y sindi, que participaban en acciones de presión para conseguir derechos étnicos o regionales más amplios.

Pero sí hay algo que se puede hacer para detener de una vez por todas este execrable crimen. Un día como hoy, hace 25 años, las Naciones Unidas instauraron el Día de las Personas Sometidas a Desaparición Forzada para que el mundo recuerde a todas las personas que han sido, y que son, víctimas de esta violación de derechos humanos. Hoy, las Naciones Unidas y muchas otras organizaciones, como Amnistía Internacional, están promoviendo la ratificación de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas.

Aunque a primera vista pueda parecer un simple trozo de papel, esta convención sería un primer paso importante para conseguir que se haga justicia a las miles de personas que todavía buscan a sus familiares "desaparecidos" y a las que, a día de hoy, se encuentran retenidas en secreto y expuestas a sufrir graves abusos.

Si fuera ratificada y adoptada por todos los Gobiernos, se evitaría que crímenes como los que se cometieron contra Ernestina y Erlinda quedaran impunes, ayudaría a Amina a encontrar a su esposo, y serviría como recordatorio a otros Gobiernos de que es ilegal mantener personas retenidas en secreto.

Con esta convención, las autoridades se lo pensarían dos veces antes de cometer este crimen o de prestar su ayuda a otros para cometerlo.


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