19 julio, 2008

Desplazados de la guerra, inconformes con atención estatal

Agencia de Prensa IPC

Aunque la marcha de los desplazados del conflicto comenzaba a las diez de la mañana, Virgelina Ibarra comenzó su recorrido por lo menos dos horas antes. Por falta de recursos económicos, esta mujer debió caminar desde su barrio, Santo Domingo Savio, en el nororiente de Medellín, hasta la sede de la Asociación de Institutores de Antioquia, en el centro de la ciudad, desde donde partiría la movilización.

A pesar de su difícil situación, la señora de más de 60 años de edad no vaciló un instante en participar de esta actividad programada por la Coordinación Metropolitana de Desplazados, que buscaba manifestar la inconformidad de las víctimas de este flagelo por la mala atención que brinda el estado a través de entes gubernamentales como la Alta Consejería para la Acción Social, el Departamento Administrativo para la Prevención y Atención de Desastres o la Unidad de Atención y Orientación al Desplazado (UAO).

Su historia es un ejemplo de las deficiencias estatales: en el año 2003, grupos paramilitares la obligaron a salir de su residencia ubicada en el barrio La Independencia II, Comuna 13. Paradójicamente, habían transcurrido sólo cuatro meses desde la recordada Operación Orión, que permitió la recuperación de la zona de milicias de las FARC, ELN y Comandos Armados del Pueblo por parte del ejército y la Policía.

A pesar de haber realizado los trámites correspondientes ante Acción Social y la UAO, no le fue reconocida su condición de desplazada. A la fecha, no ha recibido ningún tipo de ayuda de tipo humanitaria, económica o psicosocial. “Mi denuncia está registrada en la Fiscalía, pero a pesar de eso no he recibido una ayuda económica. A los desplazados nos deben dar, por ley, un subsidio por determinado tiempo. Nunca lo he recibido. A dónde no he ido por Dios y nadie me ayuda”, enfatizó.

Desde entonces, Virgelina vive errante: “unos días vivo en casa de una hija, otros días en casa de una amiga, y así me la paso. En estos momentos estoy en Santo Domingo Savio. Llegué caminando desde allá porque no tengo plata y caminando me tendré que regresar”, enfatizó.
Múltiples protestas

El 18 de julio de 1997, el gobierno del entonces presidente Ernesto Samper sancionó la Ley 387, con la cual se adoptaron medidas para la atención, prevención y restitución de derechos de las víctimas del desplazamiento forzado. Lo que ha sucedido después de esa fecha no es muy halagador.

Miles de labriegos víctimas del desplazamiento forzado debieron interponer acciones de tutela para que el estado les brindará la ayuda contemplada en el articulado. A raíz de este hecho, la Corte Constitucional profirió en el 2004 la sentencia T-025, en la que declara el “estado de cosas inconstitucionales en materia de atención a población desplazada”. Con ello, la Alta Corte exigió al estado colombiano una mayor voluntad política, mayor destinación de recursos y una mejor coordinación de las instituciones en la asistencia a los desarraigados.

Hoy día, 11 años después de promulgada la ley y luego de cuatro años del concepto emitido por la Corte Constitucional, la situación poco o nada ha cambiado. Los desplazados continúan abandonados, viviendo en condiciones de marginalidad y, en muchos de los casos, sin la posibilidad de retornar a sus sitios de origen porque sus tierras les fueron arrebatadas.

Carlos Enrique Carmona, uno de los líderes de la movilización, aseguró que las principales dificultades que deben afrontar los desplazados actualmente consisten en la atención deficiente y despectiva, problemas en la protección y restauración de bienes, y en el reconocimiento de la condición de desplazado.

De ahí que predominaran pancartas y carteles con fuertes mensajes como: “No más incumplimiento por parte de Acción Social”, “Queremos que a los campesinos desplazados se les devuelvan sus tierras” y “El gobierno dice que somos guerrilleros y por eso nos niega nuestros derechos”.

“Hay desplazados que llevan más de tres meses esperando la primera ayuda humanitaria por parte de Acción Social sin que haya respuesta alguna. Estamos hablando de la ayuda de emergencia, la que se entrega apenas llega el desplazado a la ciudad.,Ni esa ayuda la están dando. Si vamos a Acción Social a reclamar nos dicen que no hay recursos”, dijo Carmona.

Según el líder, en Medellín residen por lo menos 25 mil familias desplazadas, lo que se traduce en cerca de 120 mil personas, muchas de las cuales están viviendo en situaciones de pobreza extrema. “Yo vivo en Llanadas (Comuna 8), hace ocho años soy desplazado del municipio de Briceño. A mi barrio todos los días están llegando desplazados. Nadie les está ayudando, a muchos no les están reconociendo su condición y no están recibiendo ningún tipo de auxilio económico. Todo se reduce a lo que podamos hacer nosotros como líderes”, expresó.

Hay otros casos, como el de José Umanes, que ni siquiera cuenta con el apoyo de los desplazados. “Yo fui desplazado de La Iguana, un corregimiento en límites entre Antioquia y Chocó. Salimos ocho personas de allá y nos vinimos a vivir a Carpinelo (nororiente de Medellín) y ha sido muy duro la adaptación a esta ciudad. Yo no se cuáles son los trámites que tengo que hacer para recibir alguna ayuda. No sé cómo llegar a Acción Social, no sé qué papeles llevar, no sé a quién pedirle ayuda”, indicó el labriego.

Cuando se enteró de la realización de la marcha, respondió inmediatamente a la convocatoria motivado no sólo en sumarse a la protesta, sino también en encontrar alguna institución que lo oriente en la reclamación de sus derechos.

“El campesino no sabe muchas cosas y la gente se aprovecha. Cuando llegué a esta ciudad me vendieron un lote por un millón de pesos, que todavía estoy pagando. Allí construí una casa con lo que pude y creo que tengo que desalojar por culpa del invierno. Yo no tengo a dónde ir. De todas formas tengo que seguir pagando el lote, pero no sé de dónde voy a sacar la plata. Me dicen que a los desplazados les dan unas ayudas, pero no sé cómo reclamarlas”, manifestó.
El desplazamiento no cesa

Según la Unidad Permanente para los Derechos Humanos, de la Personería de Medellín, en lo que va corrido del año unas 1.790 personas se han acercado a esta dependencia del ministerio público para declarar su condición de desplazado.

De ellas, unas 79 denuncias corresponden a la modalidad de desplazamiento forzado intraurbano, una de las más dramáticas dada su poca visibilización ante la opinión pública. En casos como el de John Jairo Sánchez, este flagelo se suma a otro desplazamiento padecido en años anteriores.

Hace nueve años, grupos de autodefensa lo obligaron a abandonar su vivienda en el casco urbano de San Carlos, oriente antioqueño, donde se desempeñaba como minero. Cuando comenzaba a adaptarse a su nueva vida en el municipio de Bello,en el norte del Valle de Aburrá, un grupo armado que no logró identificar lo sentenció a muerte si no abandonaba el municipio. El hecho se registró a finales de 2007.

Además de la impotencia que le genera el hecho de ser víctima inocente de un conflicto absurdo, lo que más le indigna a este campesino, padre de una pequeña, es la poca ayuda que ha recibido a lo largo de estos años por parte de las instituciones del estado responsables de la atención a la población desplazada.

Su inconformidad también se suma a la del resto de marchantes, que recorrieron las calles bajo un inclemente sol. “Desde que salí de Bello dejé de recibir una serie de ayudas económicas, en salud y educación que me tienen perjudicado. Por fortuna mi grupo familiar es pequeño y hemos sobrevivido con lo que me rebusco. Lo que más me indigna es la pésima atención que brinda la UAO. Es la burocracia al máximo, usted va y lo mandan para tres o cuatro dependencias sin que le resuelvan nada. Deberían gastarse el sueldo de tanto funcionario en los desplazados”, declaró.

Al término del evento, los organizadores anunciaron su participación en la movilización del próximo 20 de julio, donde llevarán sus consignas por los desplazados. Asimismo, aseveraron que este es el inicio de una intensa campaña por reclamar sus derechos y con la que esperan dialogar con los máximos poderes del Ejecutivo.
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LA CARA OCULTA DE LA JUSTICIA Y REPARACIÓN PARA LAS VICTIMAS DE LOS PARAMILITARES parte 8


El Cuento de las Dos Marchas
Más de 700 indígenas y afro-colombianos desplazados por la guerra, tiraron miles de flores al río Magdalena en Flandes, Tolima, en homenaje a todos aquellos cuyos
cuerpos habían sido arrojados por los paramilitares a los ríos de Colombia. Luego marcharon hacia Soacha, una barriada en las afueras de Bogotá, donde viven miles de desplazados por la violencia, donde fueron saludados por el Senador Juan Manuel Galán, hijo del candidato presidencial Luis Carlos Galán, asesinado en ese mismo lugar en el año 1989.

Los organizadores de la marcha invitaron a Según José Darío Antequera, hijo de un dirigente de la Unión Patriótica, asesinado por paramilitares, marchaban “por los desaparecidos, por los desplazados, por los asesinados, afirmamos los derechos de las víctimas, pero también la posibilidad de que a través de su memoria, comprendamos que el problema de las violaciones a los derechos humanos no
es exclusivo de quienes las han sufrido directamente”.59 Víctimas de secuestros hechos por las FARC, que habían sido recién liberadas después de años de estar en cautiverio y familiares de los que aún estaban en cautiverio como la madre de Ingrid Betancourt, apoyaron o se plegaron a la marcha, al igual que lo hizo el grupo anti-secuestro País Libre. Al concluir marcha, su organizador Iván Cepeda remató, “Nos sentimos muy respaldados después de haber superado esta prueba de obstáculos que libramos”. Pero en la concentración del 6 de marzo se vio al rojo vivo las diferentes formas en que las víctimas de la violencia de la guerrilla y paramilitares eran tratadas por la sociedad, el gobierno y los medios de prensa colombianos.

Las agrupaciones de víctimas decidieron usar la concentración para cuestionar abiertamente este injusto tratamiento y para motivar a la sociedad
colombiana a defender su causa. Los organizadores de la marcha convocaron al gobierno a apoyar la concentración. Se reunieron con algunos de los principales diarios, radios y canales de televisión y les pidieron que apoyen la marcha, así como ellos habían apoyado la concentración del 6 de febrero, y que les den la misma cobertura.

Después de haber sido desafiados a hacerlo, algunos medios de prensa colombianos dieron una cobertura a la marcha y unos pocos la apoyaron. Pero el tratamiento nunca fue igual. Los comentaristas acribillaron a preguntas a los organizadores de la marcha: ¿su marcha es por venganza? ¿No va a ser vista como una competencia a la otra marcha? Esta marcha, ¿no va a polarizar aún más a la sociedad?—preguntas todas ellas que nunca se harían con respecto a una marcha en rechazo a los secuestros de las FARC.
Un periodista que se encontraba en uno de los actos relacionados con la marcha
dijo, “Tuve que discutir con mi editor para que me dejara cubrir este acto... pero para la marcha de febrero, nuestros jefes nos alquilaron buses para ir a cubrirla”.

El único reconocimiento a la marcha de parte del gobierno fue un comunicado distanciador donde expresó que el Gobierno Nacional, “…. aunque no comparte algunos términos de la convocatoria, garantiza a quienes quieran movilizarse el próximo 6 de marzo el ejercicio de ese derecho, y llama a los impulsadores de esa marcha para que sea pacífica y respetuosa de las instituciones y de la opinión ajena y constructiva”. El Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, deslizó que el gobierno daría su respaldo a la marcha si sus organizadores dejaran de hablar sobre la culpabilidad del gobierno o de los militares. “Esa marcha, por supuesto, tiene el respaldo del gobierno, pero se habla de crímenes de Estado y eso es inconveniente”.64 Los organizadores de la marcha contaron que a los empleados públicos, a quienes se les había dado el día libre para la marcha del mes de febrero
en repudio de las FARC, se les advirtió que se les impondrían medidas disciplinarias
si el día 6 de marzo no se encontraban en sus puestos de trabajo.

Uno de los principales asesores del Presidente Uribe, José Obdulio Gaviria, hizo una reveladora declaración a la radio colombiana cuando le preguntaron si participaría en la marcha en protesta contra los paramilitares convocada por el movimiento de víctimas. “Yo personalmente, no participaré, a diferencia de lo que hice con mucho entusiasmo por la marcha contra las FARC…. Difícilmente la sociedad colombiana participara en tal tipo de convocatoria, cuando precisamente estamos marchando contra los que convocan”.66 En vez de distanciarse de estos comentarios, el Presidente Uribe reafirmó el derecho a la libre expresión de su asesor. Tras la protesta internacional contra los comentarios de Gaviria, incluso una carta del Congreso de EE.UU., el Presidente Uribe se plantificó aún más en su postura, calificando públicamente a Cepeda como un “farsante de los derechos humanos” y una víctima falsa.

En los días que precedieron y siguieron a la marcha, sus organizadores, sindicalistas, defensores de derechos humanos y víctimas sufrieron una ola
de amenazas de muerte y violencia como no lo habían tenido que soportar en muchos años. Las organizaciones que respaldaban la convocatoria pensaban que los comentarios de Gaviria y la negativa del gobierno de distanciarse de ellos, propiciaban el clima que generaba esta violencia. Fueron asesinados seis sindicalistas, dos de los cuales eran organizadores locales de la convocatoria. Más de 50 personalidades y organizaciones de la sociedad civil recibieron amenazas de muerte, aparentemente de grupos paramilitares nuevos o rearmados como las Águilas Negras. La hija de 12 años de una activista del MOVICE, Ingrid Vergara,
fue interceptada por hombres que la amenazaron con matarla si su madre continuaba con sus actividades. La líder de los desplazados Blanca Nubia Díaz fue abatida a golpes por hombres que la venían siguiendo desde su participación en la marcha.
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LA CARA OCULTA DE LA JUSTICIA Y REPARACIÓN PARA LAS VICTIMAS DE LOS PARAMILITARES parte 7

Trasponer los Límites: Iniciativas para tener Más Verdad, Más Justicia
Movimientos de víctimas
Las asociaciones de víctimas de Colombia llevan años luchando por saber la verdad, tener justicia y tratando de ubicar a de secuestros; Asfamipaz trabaja con las
familias de soldados y policías que fueron capturados por la guerrilla, y muchas asociaciones de desplazados luchan por sus necesidades inmediatas y la devolución de sus tierras.
En tanto avanzaban las negociaciones del gobierno con los grupos paramilitares, víctimas de la violencia paramilitar comenzaron a congregarse para que sus voces no quedaran excluidas de este histórico momento. Temían que la verdad sobre la violencia paramilitar pudiera ser enterrada para siempre. El 25 de junio de 2005, lanzaron el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, cuatro días después de que el Congreso colombiano sancionara la Ley de Justicia y Paz. Iván Cepeda Castro, el hijo de un senador asesinado, es una de las caras de este movimiento.

El Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE) es una federación abierta de agrupaciones de Temían que la verdad sobre la violencia paramilitar pudiera ser enterrada para siempre. sus seres queridos que desaparecieron.
Solamente para dar unos pocos ejemplos, Asfaddes, la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, ayuda a familiares a buscar personas desaparecidas; Mujeres de la Candelaria agrupa a las madres de las víctimas de la violencia de todos los actores armados en demostraciones y convocatorias a la acción; muchas organizaciones indígenas y afro-colombianas, como la ONIC y Proceso de Comunidades Negras, expresan los reclamos colectivos de sus comunidades; Ruta Pacífica de la Mujer realiza actos simbólicos en pro de la paz, los derechos de las víctimas y los derechos de la mujer; País Libre aboga por las víctimas víctimas de todo el país. Nació “como un
llamado a la unidad de personas y grupos perseguidos por el Estado colombiano, para dejar a un lado el aislamiento, el olvido y el miedo, con el objeto de reivindicar los derechos a la verdad, la justicia y la reparación integral”. Celebrando conferencias nacionales anuales que son precedidas por consultas regionales, da visibilidad a los reclamos de las víctimas. El movimiento, si bien cubre un amplio
espectro, no llega a representar a todas las víctimas de la violencia paramilitar.

Estas asociaciones de víctimas tomaron la consciente decisión de ser un movimiento de víctimas de “crímenes de Estado”, es decir, de la violencia de paramilitares y de
las fuerzas de seguridad de Colombia, más que ser un frente unido con víctimas de
la violencia de la guerrilla. Esta decisión es comprensible, una reacción directa a la negativa de la sociedad y del gobierno colombiano a enfrentar la realidad de la violencia paramilitar y la responsabilidad que cabe al gobierno y a las fuerzas de seguridad no sólo por permitir sino también por ser cómplices de esta violencia.

No obstante, las víctimas de todos los actores armados están pagando el costo
de no poder, en este momento, armar un frente común. Hubo veces en que se salvaron estas diferencias; por ejemplo, instancias en que agrupaciones que representaban a víctimas de la violencia paramilitar y del ejército apoyaron los reclamos de familiares de víctimas de secuestrados y de soldados y policías capturados por la guerrilla por un “acuerdo humanitario” con las FARC, y grupos anti- secuestro que marcharon con las víctimas de la violencia paramilitar. Pero el abismo que separa a las víctimas de la violencia es profundo, al punto de que muchas veces una agrupación no logra comprender y reconocer totalmente el sufrimiento que está pasando la otra. “¿Cómo podremos encontrar la manera de unir las dos verdades?”, preguntó el Padre Mauricio García Durán, director del Centro Jesuita de Investigación CINEP. Las organizaciones agrupadas en MOVICE ayudaron a visualizar y amplificar las voces de las víctimas de la violencia paramilitar, que de lo contrario habrían estado prácticamente ocultas de la vista del público. El movimiento denunció la Ley de Justicia y Paz y mantiene abiertamente su oposición, pero también sigue presionando para que su aplicación sea mejor y reconoce los esfuerzos de la Corte Constitucional y la Corte Suprema. Ha rechazado a viva voz las reparaciones que son dádivas o totalmente monetarias, emuchos políticos locales. En la página se transcriben algunas secuencias de las audiencias de San Onofre. El movimiento también convocó una “comisión ética” de organizaciones internacionales de derechos humanos y víctimas como las Madres de Plaza de Mayo de Argentina, para escuchar testimonios y emitir declaraciones, como paso previo para después llegar a una comisión de la verdad.

El movimiento tiene previsto crear un catastro alternativo de tierras robadas mediante el uso de la violencia. Si bien su instrumentación completa será técnicamente imposible, podría servir para despertar una mayor voluntad política
en el gobierno y decidirlo a apoyar esta crucial tarea. El movimiento también dio
su respaldo a un proyecto de ley destinado a impedir el surgimiento de nuevos grupos

“La muerte violenta solo deja dolor. Pero las luchas a las que se entregaron nuestros padres son alegres, ellas son nuestra motivación constante”, dijo Oscar Pedraza, hijo del desaparecido abogado Alirio Pedraza.insta a que haya reparaciones que protejan, y no sean sustitutas de, la verdad y justicia.

A la vez que intenta mejorar el proceso oficial, el movimiento de víctimas pone un mayor hincapié en generar mecanismos alternativos de verdad, justicia y reparación. Instauró audiencias alternativas de comisiones de la verdad en zonas del país que fueron más asoladas por el terror paramilitar. Sin la clase de protección que podría ofrecer una comisión de la verdad tipo ONU, el movimiento osó organizar una audiencia pública en San Onofre, un pueblo en el cual los paramilitares habían instalado campos de exterminio donde llevaban a las víctimas para torturarlas, matarlas y enterrarlas en fosas comunes, y en el cual los paramilitares gozaban del apoyo de paramilitares regulando la seguridad privada y disponiendo otras medidas.

“Hijos e Hijas por la Memoria y Contra la Impunidad”, que representa a una
generación de jóvenes que perdieron a sus padres a manos de la violencia, añade un sabor nuevo al movimiento de víctimas, aportando una expresión artística, reflexión personal y un toque de alegría. “No sólo queremos levantar la foto de nuestros padres muertos, también queremos festejar sus vidas”, dijo Diana Gómez, hija del asesor del Senado Jaime Gómez, asesinado. “La muerte violenta solo deja dolor. Pero las luchas a las que se entregaron nuestros padres son alegres, ellas son nuestra motivación constante”, dijo Oscar Pedraza, hijo del desaparecido abogado especialista
en derechos humanos, Alirio Pedraza.
Según Daniel Chaparro, hijo del asesinado periodista Julio Daniel Chaparro, “me di cuenta que [la muerte de mi papá] no era un asunto personal. Era la historia viva
del país…. Lo que pasó no merece esta negación profunda que te parte en dos”.

Cuando los cabecillas paramilitares se presentaron a debatir en el Congreso colombiano cuando se estaban ultimando los participantes a sumar sus testimonios
en un libro abierto. “Pero como lo dijo una mujer sin dientes y con un vestido harapiento, ‘No hay suficientes páginas para describir lo que he sufrido’”.58

Tanto en Bogotá como en muchas ciudades y pueblos de toda Colombia y en unas 60 ciudades alrededor del mundo, cientos de miles de personas se plegaron
al reclamo de la violencia paramilitar. Quizás la mayor virtud de este movimiento sea la sensación de que las víctimas ya no están solas. los detalles de la Ley de Justicia y Paz, Iván Cepeda permanecía en silencio en la sede del Congreso con una foto de su padre asesinado. Fuera del edificio, grupos de simpatizantes paramilitares traídos desde zonas rurales en autobuses festejaban la llegada de sus jefes. Estas fueron las reflexiones posteriores de Cepeda, “El tiempo que estuvimos ahí en el Congreso, nos sentimos completamente solos”
Quizás la mayor virtud de este movimiento sea la sensación que transmite de que las víctimas ya no están solas
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LA MARCHA QUE NINGÚN MEDIO INFORMATIVO HABLO

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Miles de personas desplazadas atendieron ayer la convocatoria para marchar por sus derechos. Medellín y Bucaramanga fueron las marchas más concurridas.

Ni el fuerte aguacero que cayó en Bogotá ayer en la tarde pudo bajarle la motivación a los cientos de desplazados que marcharon para reclamarle al Gobierno por no haber cumplido con lo dispuesto en la Ley 387 de 2007, que cumple 11 años de haber sido expedida.

Los desplazados radicaron su pliego de peticiones en la Presidencia de la República y marcharon hasta la Plaza de Bolivar, donde permanecieron concentrados hasta pasadas las 5:00pm. En Medellín la marcha reunió a cerca de 2.000 personas lo mismo que en Bucaramanga, donde se realizó una toma a las instalaciones del Incoder. También en Arauca y Sincelejo la convocatoria fue respondida de manera multitudinaria.

Rigoberto Jiménez, uno de los organizadores de la protesta, asegura que en el país salieron a marchar miles de desplazados. “el compromiso de las asociaciones de población desplazada es grande y quedó demostrado ayer que no claudicaremos en la empresa de hacer valer nuestros derechos. Ya estamos preparando la marcha para el próximo año”. El viernes 18 de julio se cumplieron 11 años de la expedición de la Ley Ley 387 de 1997, por medio de la cual el Estado debía garantizar la protección y atención de esta población, pero sus resultados no han logrado satisfacer esas necesidades y por eso las víctimas del desplazamiento , que ya suman más de cuatro millones de personas, 10% de la población colombiana, le pidieron al gobierno acciones concretas.

Desarrollar una estrategia integral con base en las obligaciones generadas por el Derecho Internacional que contrarresten las causas estructurales del desplazamiento forzado, sancionar a las empresas multinacionales que generan desplazamiento y cumplir de inmediato la sentencia T-025 de 2004, sobre el estado de cosas inconstitucional del desplazamiento forzado, la sentencia T-821 y la C 287 que eliminan las restricciones a la hora de recibir la ayuda humanitaria de emergencia, fueron los puntos más importantes del pliego de peticiones que entregaron los desplazados al Gobierno.
Los desplazados buscaron también con esta marcha abrir los ojos del Estado y la sociedad civil sobre las nuevas realidades que están generando una escalada dramática del fenómeno, que llegó a 113.473 personas en el primer trimestre del año. Operaciones militares, fumigaciones de cultivos de uso ilícito, explotación de megaproyectos, detenciones judiciales individuales y masivas, además de la actividad de las multinacionales son los nuevos factores que están obligando a colombianos del campo y las ciudades a huir de sus hogares.

La población desplazada también manifestó en esta marcha su enfático rechazo contra el polémico Decreto 1290, expedido el mes pasado por el gobierno para la reparación administrativa de las víctimas, que los deja relegados al mínimo beneficio. También contra la Ley de Justicia y Paz, que hasta el momento ha resultado a todas luces ineficiente y por supuesto contra la judicialización de las protestas y manifestaciones sociales y las amenazas y asesinatos de los líderes de esta población que se han atrevido a reclamar sus derechos y a denunciar atropellos.
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LA CARA OCULTA DE LA JUSTICIA Y REPARACIÓN PARA LAS VICTIMAS DE LOS PARAMILITARES parte 6


El Derecho al “Nunca Más”
Las asociaciones de víctimas y derechos humanos de Colombia no sólo hablan del derecho a la verdad, justicia y reparación, sino también del derecho a la “no repetición”. Esto significa el derecho de las víctimas a gozar de una garantía de que las violaciones no vuelvan a ocurrir nunca más. Vista desde este ángulo, la desmovilización paramilitar también fracasa.

El poder paramilitar está lejos de estar quebrado. La misión observadora de la OEA documentó la aparición de algo así

práctica paramilitar de amenazar a líderes sindicales, comunitarias y estudiantiles.
En algunas zonas, siguen recibiendo apoyo de integrantes de las fuerzas armadas colombianas. Hasta los pocos cabecillas paramilitares cómodamente instalados en
la cárcel de Itagüí, según una investigación de Semana, siguieron usando sus teléfonos celulares para “ordenar asesinatos, continuar traficando drogas y rearmar a sus hombres”.

Desde el comienzo del pacto de cese del fuego entre el gobierno colombiano y las fuerzas paramilitares en diciembre de 2002 hasta el 30 de junio de 2007, la Comisión Colombiana de Juristas lleva documentados al menos 3.530 asesinatos y desapariciones a manos de paramilitares (fuera de combate). Estos asesinatos y desapariciones, si bien están disminuyendo, dejan ver que muchos paramilitares no se han desmovilizado completamente (1.225 asesinatos y desapariciones entre julio de 2003 y junio de 2004, y 233 entre julio de 2006 y junio de 2007). Las guerrillas (FARC y ELN) que no se “desmovilizaron” y que no firmaron un pacto de cese del fuego con el gobierno, fueron responsables de 1.805 asesinatos y desapariciones de civiles durante casi el mismo período (julio de 2002 a junio de 2007). Los paramilitares, en un período de cese de fuego y desmovilización, mataron y hicieron desaparecer a casi el doble de civiles que las guerrillas, que aún estaban en combate activo.

El gobierno colombiano prefiere hablar de los nuevos paramilitares no en esta zona ya no había más grupos paramilitares, por lo que debemos haber estado inventándolo”.

La Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación La Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) fue creada mediante la Ley de Justicia y Paz para resolver las necesidades tanto de las víctimas como de los combatientes desmovilizados. Cuenta “La reparación no se da con la mera entrega de un cheque o con la erección de un monumento, sino con el discurso publico oficial y la construcción simbólica que implican las expresiones materiales de la reparación.”

desmovilizados o rearmados como un problema de “grupos delincuentes”, pero esta definición minimiza la dimensión con que los grupos paramilitares siguen ejerciendo poder y cometiendo abusos. Según el International Crisis Group, “Si bien el sacar del conflicto a alrededor de 32.000 integrantes de las AUC ciertamente ha modificado el paisaje de violencia, existen cada vez más pruebas de que hay nuevos grupos armados que son más que las simples‘grupos delincuentes’ de las que habla
el gobierno. Algunos de ellos se parecen cada vez más a la próxima generación de paramilitares y requieren una respuesta más inmediata y más integral de parte del gobierno”.45 La insistencia del gobierno colombiano de que los paramilitares ya están en su mayor parte desmovilizados, en algunos casos hace aún más difícil conseguir protección o asistencia para las víctimas. Dijo un dirigente comunitario cuando intentaba conseguir ayuda para gente que había sido desplazada hacía poco tiempo por la violencia paramilitar, “El gobierno se negó, porque dijo que con 13 comisionados, cinco miembros elegidos por el presidente, de esferas ajenas al gobierno, dos representantes de asociaciones de víctimas y seis delegados del gobierno. La CNRR está a cargo de controlar y otorgar programas de desmovilización y reintegración a ex combatientes pero lleva invertida mucha más energía en cumplir con su mandato de asistir a ex combatientes que de prestar servicios directos a las víctimas.

La CNRR tiene varias responsabilidades para las víctimas y para proteger sus derechos a la verdad, justicia y reparación: informarles de sus derechos en el proceso de Justicia y Paz, registrarlas como víctimas, devolver tierras por intermedio de las comisiones regionales de tierras, informar a las víctimas dónde pueden recibir asistencia legal y psicológica, realizar actos simbólicos de reparación, propiciar proyectos de reconciliación y orientar a los organismos del Estado sobre cuáles son sus obligaciones de prestar servicios a las víctimas. La CNRR manifiesta que, en los dos años desde su creación, se ha ocupado de alrededor de 35.000 víctimas. Sin embargo, esta cifra incluye reuniones donde se les explica a las víctimas las disposiciones de la Ley de Justicia y Paz o donde se les informa dónde pueden obtener servicios del gobierno—no tanto servicios directos. La ausencia de avances en el tema de las reparaciones y tierras deja a las oficinas regionales de la CNRR con muy poco por hacer.
Sin nada de qué ocuparse, según un eclesiástico de la zona de Sucre/ César, “las oficinas están pero no tienen ninguna función”. La lista de tareas que tiene asignada la CNRR es imposible de cumplir, en especial sin el apoyo de todos los correspondientes organismos de gobierno. Pero estas dificultades de logística se ven agravadas por el sabor amargo que dejó la falta de consulta con las víctimas y la sociedad civil acerca de la Ley de Justicia y Paz y la creación de la CNRR. La CNRR cuenta con la participación de algunas personalidades de la sociedad civil con sobresalientes actuaciones en el campo de los derechos humanos y la paz, como por ejemplo Ana Teresa Bernal, Regulo Madero y Patricia Buritica. Según un líder comunitario que trabaja en proyectos de reconciliación, “Son gente maravillosa—maravillosa. Pero el sólo hecho de que hayan sido elegidos por el Presidente erosiona la confianza que la gente les tenía”. El director de la CNRR, Eduardo Pizarro, aparece muchas veces como tratando de bajar las expectativas de conseguir verdad, justicia y reparación, en lugar de sentir su función como un deber de estimular a la sociedad colombiana a conseguir más. Y los actos de relaciones públicas de la CNRR en nombre del gobierno podrían debilitar su función de defensora de las víctimas. Por ejemplo, sin haber conseguido casi ninguna reparación o devolución de tierras, en abril de 2008 la CNRR se jactaba en su sitio en Internet que “…Colombia ‘rompería el record mundial de reparación a sus víctimas’ pues casos internacionales demuestran que el promedio de tiempo para empezar los procesos de reparación es, en promedio, entre 10 y 15 años”.50 Esta postura, y la manera en que el CNRR fue creado sin consulta amplia con las víctimas, llevó a algunas asociaciones de víctimas, como el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, a decir: “El CNRR no nos representa”. Cuanto menos, la falta de independencia de la CNRR limita los valiosos servicios que podría ofrecer a las víctimas.
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LA CARA OCULTA DE LA JUSTICIA Y REPARACIÓN PARA LAS VICTIMAS DE LOS PARAMILITARES parte 5

Reparaciones
En tanto el proceso de Justicia y Paz ha generado algunas oportunidades de tener verdad y justicia, las reparaciones son nulas hasta la fecha. Como condición para su desmovilización, los paramilitares deben informar los activos obtenidos ilegalmente. Estos activos supuestamente deben canalizarse hacia un Fondo Nacional de Reparaciones administrado por la CNRR. Pero hasta los paramilitares considerados inmensamente ricos se declararon pobres.

El temido jefe Don Berna, quien según se dice dirigió las actividades ilícitas de Medellín con puño de hierro, declaró: “Soy dueño de una casa en Medellín, de una finquita y de algunas cabezas de ganado”.
Los fiscales de Colombia no han intentado hasta ahora presionar a los paramilitares para que cumplan con este requisito básico de la ley—hasta el día de hoy, apenas un poco más de doce personas han devuelto alguna propiedad.

Aunque se cree que los paramilitares consiguieron, mediante la violencia, extorsión y narcotráfico, enormes riquezas, entre las que estaría gran parte de las 5 a 6
millones de hectáreas de tierras robadas a las casi 4 millones de personas desplazadas del país, esto es lo que se ha devuelto al Fondo Nacional de Reparaciones:
predios rurales con una superficie de 5.439 hectáreas, 7 lotes urbanos, prendas de
vestir, 4.666 vacas y caballos, 8 vehículos, 2 helicópteros, 739 millones en efectivo, 70 pares de zapatos y un televisor en mal estado de funcionamiento.

Pero a las víctimas se les ha devuelto aún menos en realidad. Para obtener reparaciones económicas, ha sido la víctima quien ha tenido la carga de la prueba. La víctima tendría que saber quién fue el autor del crimen y aportar
pruebas de lo que le hubiera sido robado, incluso entregar el título de dominio de sus tierras, lo que de por sí excluiría a muchos agricultores pobres que trabajan desde hace décadas en sus tierras sin tener ningún título válido.

La Ley de Justicia y Paz no define con claridad las reparaciones, sólo dice “El derecho de las víctimas a la reparación comprende las acciones que propendan por la restitución, indemnización,rehabilitación, satisfacción; y las garantías de no repetición de las conductas”.
La ley contempla reparaciones económicas y simbólicas, individuales y colectivas. Deja abierta la posibilidad de que los programas sociales del gobierno puedan ser considerados reparaciones, un concepto criticado por el Procurador General y la CIDH como una licencia dada al gobierno de rotular de reparaciones a las prestaciones mínimas que ya tenía la obligación de brindar a sus ciudadanos.

El gobierno colombiano anunció que los desmovilizados podían participar en proyectos productivos en beneficio de ellos mismos, de los desplazados y de otros pequeños agricultores—y que esto constituiría una reparación. Esta posibilidad horrorizó a las asociaciones de víctimas, quienes la criticaron diciendo que era un plan de reconciliación forzosa que obligaría a los desplazados a convivir con sus victimarios y a depender de ellos.

Reconociendo que el plan de reparaciones financiado por los paramilitares estaba en

un punto muerto, el gobierno colombiano emitió un decreto para que las reparaciones sean concedidas “administrativamente”.
Esto quiere decir que el gobierno dará reparaciones en forma directa en lugar de recurrir para ello a los tribunales, y que los recursos vendrán principalmente del presupuesto del gobierno y de donaciones internacionales, y no de las ganancias mal habidas de los paramilitares.

Las organizaciones de derechos humanos y víctimas criticaron este plan, planteando una serie de objeciones. En primer lugar, el decreto beneficiaría a las víctimas
de la violencia paramilitar y guerrillera, pero excluye específicamente a los que fueron perjudicados directamente por el Estado, como los familiares de los civiles asesinados por el ejército. En segundo lugar, no está vinculado de manera integral a un proceso de verdad y justicia. “La experiencia nos enseña que la reparación no se da con la mera entrega de un cheque o con la erección de un monumento, sino con el discurso publico oficial y la construcción simbólica que implican las expresiones materiales de la reparación”, comenta Catalina Díaz del Centro Internacional para la Justicia de Transición. Si bien muchas víctimas de escasos recursos sin duda aceptarán una reparación económica, aunque sea insuficiente, el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado expresó su preocupación por el hecho de que,
si las reparaciones no se vinculan con esfuerzos sistemáticos de llegar a la verdad
y justicia, “un programa de reparaciones administrativas puede terminar siendo una herramienta utilizada para intentar comprar el silencio de las víctimas”.

El problema más palmario que presenta esta solución administrativa es que admite tácitamente que los paramilitares no devolverán los millones de hectáreas de tierra que consiguieron por medio de la violencia. Desde el comienzo, la Administración Uribe se mostró reticente a la idea de que las reparaciones incluyan la devolución o una compensación por las tierras robadas. Asociaciones de víctimas y desplazados reclamaron con firmeza que los casi 4 millones de desplazados colombianos están entre las principales víctimas del conflicto, y que la restitución debe incluir las tierras. A ellos se les unió la Corte Constitucional y la Procuraduría General de la Nación, quienes instaron a los organismos de gobierno a reconocer la responsabilidad que le cabe al Estado por la devolución de las tierras así como de asistir a los desplazados. Aunque después de muchas presiones el gobierno aceptó incluir a los desplazados como víctimas con derecho a reparación, recibirán sumas menores a las de otras víctimas, que para nada se acercan al valor de las tierras que perdieron.

El gobierno colombiano hizo muy pocos intentos para siquiera identificar, mucho menos
devolver, las enormes cantidades de tierras que fueron apoderadas por medio de la violencia. Según el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (INCODER), durante
la Administración Uribe, se devolvieron a 4.653 familias 54.565 hectáreas de tierra (de las alrededor de 5 millones de hectáreas que se le robaron a los más de 4
millones de desplazados).

En febrero de 2008, el Congreso sancionó un proyecto de ley presentado por el poder ejecutivo, que simplificaba el trámite de legalización de tierras que hubieran estado en poder de personas por más de cinco años. En cualquier otro contexto más pacífico, una propuesta similar de legalización de tierras a favor de pequeños agricultores sería progresista—en América Latina, muchos minifundistas todavía explotan sus tierras sin ser dueños de ellas. Pero en la conflictiva Colombia, esos cinco años coinciden con el período de expansión paramilitar y expulsión violenta de pequeños agricultores y poblaciones afro-colombianas e indígenas de sus tierras. Dada la ventaja de poder con la que cuentan los paramilitares desmovilizados

sobre los agricultores pobres, representada por amenazas, mayor acceso a recursos y asesoramiento legal, incluso con salvaguardas en la ley para excluir tierras tomadas por la fuerza, es probable que esta ley termine ayudando a los paramilitares a legalizar las tierras que robaron.

La extradición en masa de los jefes paramilitares también dejó flotando la pregunta de qué pasará con las tierras robadas por los paramilitares. ¿Restaría aún más los ya pocos incentivos que como 22 grupos armados ilegales, como producto del “reciclado” y reagrupación de los paramilitares en unidades nuevas y más pequeñas, pero todavía mortales. Estos grupos, con una composición estimada de entre 3.000 y 9.000 miembros, están apoderándose de las rutas del comercio de drogas, operaciones de lavado de dinero y actividades de extorsión. Si bien muchos de estos grupos nuevos o reciclados se dedican a actividades criminales, algunos de ellos, como los que llevan el nombre de “Águilas Negras”, continúan con la El temido jefe Don Berna declaró: “Soy dueño de una casa en Medellín, de una fiquita y de algunas cabezas de ganado.”

tienen estos paramilitares para declarar las propiedades que robaron? ¿Será que el proceso en EE.UU. permitirá que se realicen investigaciones sobre estas propiedades y la devolución de estas tierras a los desplazados?
Lo que sí está claro es que: Cerca de tres años después de la sanción de la Ley de Justicia y Paz, las reparaciones han sido prácticamente nulas y las devoluciones de tierras, casi inexistentes.
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LA CARA OCULTA DE LA JUSTICIA Y REPARACIÓN PARA LAS VICTIMAS DE LOS PARAMILITARES parte 4

Justicia
Los funcionarios del gobierno colombiano alegan que el proceso de Justicia y Paz brinda más posibilidades de llevar a la justicia a los criminales que muchos otros procesos de paz anteriores. Y es verdad. Pero las organizaciones de derechos humanos argumentan que el castigo es mínimo aún en el caso de delitos de lesa humanidad y la forma en que viene planteándose hasta ahora tiene errores funestos. Aún no sabe la magnitud de justicia que aportará el proceso—pero no será suficiente.

El proceso posibilitó que la gran mayoría de paramilitares se desmovilizaran y reciban beneficios sin ningún castigo. Durante un año y medio mientras se estaban ultimando los detalles de la Ley de Justicia y Paz, los paramilitares al igual que las guerrillas se desmovilizaron en el marco
de la ley anterior sobre desmovilizaciones individuales y colectivas. Una vez en vigor, la Ley de Justicia y Paz permitió a todos los paramilitares que no tuvieran causas legales en su contra, siempre que no hubieran reincidido en sus crímenes, quedar libres de culpa y cargo y adherir a los programas de reintegración. Sólo aquéllos que tuvieran causas en trámite o que pensaran que sus crímenes serían descubiertos, buscaron las reducciones de sentencias dispuestas en la ley—un total de 3.127 paramilitares.

Para procesar a este pequeño subgrupo se presentan obstáculos enormes. En la unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía hay solamente 23 fiscales encargados, cada uno de ellos con 3 a 4 investigadores y 2 a 3 asistentes legales. Desde sus sedes de Bogotá, Barranquilla y Medellín, tienen la función de cubrir todo el territorio nacional, incluso muchas zonas que siguen en conflicto. Se enfrentaron con el obstáculo de que existe una cantidad limitada de investigaciones contra paramilitares antes de la desmovilización. De los 3.127 paramilitares que pretendieron acogerse a los beneficios de la reducción de penas, la gran mayoría tiene todavía que terminar
sus versiones libres, y muchos de estos parecen haber desistido del proceso.

Según la oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, para el 19 de diciembre de 2007, la Fiscalía ya había recibido 1.057 declaraciones voluntarias, 941 de las cuales fueron cerradas pues los paramilitares desmovilizados no ratificaron su voluntad de acogerse a los beneficios de la ley, y no hubo ningún llamamiento a juicio. En esencia, hasta los paramilitares que en un principio pensaron que sus crímenes justificaban acogerse a los beneficios de la ley, ahora en cambio confían en las ineficiencias del sistema de justicia colombiano, apostando que terminarán no siendo procesados.

Y la extradición en masa de jefes paramilitares por los Estados Unidos plantea ahora nuevos obstáculos para tener justicia. Si bien sus consecuencias podrían ser mayores penas de prisión para los 14 jefes paramilitares, es posible que ponga en riesgo la posibilidad de hacer justicia
con sus crímenes de lesa humanidad y que complique el procesamiento de otros jefes paramilitares y de los políticos y oficiales militares que colaboraron con ellos. Una de las señales más visibles de los avances en el frente judicial son las exhumaciones de fosas comunes. Según la Fiscalía, al mes de abril de 2008, se llevan descubiertas 1.207 fosas con 1.452 cuerpos. Aún así, expertos forenses dicen que muchas exhumaciones se hicieron con métodos que no permiten obtener todas las pruebas posibles. Por ejemplo, el gobierno no trabajó cuidadosamente con los parientes de los desaparecidos para poder crear un buen registro de personas desaparecidas, y por consiguiente se perdió la oportunidad de identificar los cuerpos y poner algún tipo de broche de cierre para sus familias. Hasta la fecha, se han podido identificar sin lugar a dudas 169 cuerpos solamente.
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LA CARA OCULTA DE LA JUSTICIA Y REPARACIÓN PARA LAS VICTIMAS DE LOS PARAMILITARES parte 3

El gobierno desaprovechó la primera oportunidad que se presentó para dar a conocer los detalles de las operaciones paramilitares durante los procesos de matriculación con la que las autoridades registraron a los desmovilizados—el único momento en que se entrevistó a todos los combatientes desmovilizados. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), los fiscales que se ocuparon de este registro no tuvieron capacitación especial previa y utilizaron un cuestionario que no estaba bien preparado para sacar detalles sobre los delitos cometidos.11 El gobierno colombiano reconoció luego que el trámite “no tenía como objetivo lograr que los desmovilizados delataran a miembros de la organización, y menos que reconocieran los delitos cometidos”.

12 De acuerdo con la CIDH, alrededor del 90 por ciento de las 28.000 personas procesadas no aportó “…datos relevantes sobre acciones ilegales desplegadas o crímenes cometidos por los bloques paramilitares a los que pertenecían”.13 La gran mayoría de los paramilitares simplemente se iba sin dejar ninguna confesión sobre abusos ni ninguna información sobre las estructuras de sus agrupaciones, actividades de narcotráfico, lavado de dinero y otras actividades delictivas.

La segunda oportunidad de conocer la verdad es con las declaraciones hechas por los paramilitares que, después de haber cometido delitos graves, pretenden acogerse
a los beneficios de la ley para tener una pena menor. Los paramilitares que pretendan ampararse en la Ley de Justicia y Paz deben hacer una declaración—confesión—sobre su participación en delitos. Las víctimas tienen derecho a participar en estas audiencias de confesión, pero su participación se ve limitada por la falta de información y el temor. Al menos quince de las víctimas que participaron en este proceso fueron asesinadas (ver recuadro en página

7). Según el abogado Alirio Uribe, “algunas víctimas recibían amenazas telefónicas
antes o después de una audiencia o se les acercaba gente sospechosa diciéndoles que no fueran a los llamados juicios de Justicia y Paz, o que si iban a las audiencias les iba a pasar lo mismo que le pasó a su familia”.14 El muy publicitado asesinato de Yolanda Izquierdo después de testificar en la audiencia del jefe paramilitar Salvatore Mancuso aterrorizó a muchas víctimas. Muchas veces, las víctimas no reciben una notificación a tiempo de estos procesos,que se realizan sólo en unos pocos lugares. Si bien se publican en Internet y en el diario nacional El Tiempo, las notificaciones no tienen mucha difusión por radio, que es el medio de comunicación más común en el campo, que es donde tuvo lugar gran parte de la violencia. La estrategia de difusión no tiene en cuenta que muchas víctimas fueron desplazadas de los lugares donde se produjeron los hechos de violencia.15 Además, muchas de ellas no saben el nombre del autor de los crímenes que padecieron, por lo que mal podrían saber a qué audiencia asistir.

E incluso las víctimas que sí participan tienen un acceso muy limitado al proceso; según un abogado de derechos humanos,la metodología es “terrible”.16 Las víctimas, que están sentadas en una sala distinta a la del fiscal y paramilitar, no pueden interrogar al acusado directamente. Tienen que entregar sus preguntas al fiscal de antemano. El fiscal puede optar por hacer o ignorar las preguntas, y a la víctima no se le permite cruzar palabra con el fiscal después de escuchar las respuestas para poder mejorar la contrainterrogación.

Aunque las víctimas supuestamente pueden recurrir a un defensor público, en la práctica la Defensoría del Pueblo no ha brindado representación suficiente. Un senador del partido pro-Uribe “La U”, Armando Benedetti, reveló en abril de 2008 que sólo 8.634 víctimas de las más de 125.000 que se habían registrado habían realmente participado en las audiencias de Justicia y Paz, y que sólo 10.716 habían tenido representación legal de la Defensoría del Pueblo. Con un plantel de 68 defensores públicos a disposición de las víctimas en el proceso de Justicia y Paz, cada defensor público atendió a 815 víctimas. Además, de las 125.368 víctimas que se presentaron, solamente un poco más de la mitad, unas 69.027, fueron aceptadas por el gobierno.

17 Y lo que es más descorazonador, algunas audiencias se convirtieron en un triste espectáculo en el cual, el autor del crimen estaba rodeado de su propio público que lo aplaudía mientras las víctimas quedaban relegadas a los costados (ver recuadro en página 10). Según la misión observadora de la Organización de Estados Americanos, “En las audiencias, las declaraciones de los ex comandantes han tenido un sesgo claramente político. La misión observadora, que asistió a más de la mitad de las audiencias de declaraciones voluntarias, pone de relieve que muy pocas de las personas que declaran asumen su responsabilidad por hechos concretos, mientras que otras prefieren no divulgar los nombres o las instituciones involucradas, y otras dicen que se olvidaron”.

18 Y aún así, a medida que continuaban las audiencias, comenzaban a salir a la luz algunos pedazos de la horrenda verdad. Salvatore Mancuso confesó descaradamente haber participado en la matanza de 336 personas y dijo que tanto la policía como efectivos del ejército estaban aliados con fuerzas paramilitares. Pero, varios de los oficiales de alto nivel que nombró estaban muertos.Pero la limitación más grave para la búsqueda de la verdad es la falta de una comisión de la verdad. En la Ley de Justicia y Paz, a la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación se le asignó la tarea de elaborar un informe público “sobre las razones de porqué nacieron y se fueron desarrollando los grupos armados ilegales”,

una escueta frase que hace de objetivo único del informe. Bajo la dirección del distinguido profesor Gonzalo Sánchez, este informe podría aportar un análisis esclarecedor de la violencia que asola a Colombia. Pero estará muy lejos de ser una comisión de la verdad, representativa e independiente, como se reconoce en el sitio web de la propia CNRR.

31 En el momento en que se mandaba a imprimir este informe, Estados Unidos extraditó a su territorio, en una sorpresiva decisión, a 14 cabecillas paramilitares, entre ellos Mancuso, Jorge 40 y Don Berna. Los gobiernos de Estados Unidos y Colombia adujeron, como razón de la extradición, la inobservancia de estos cabecillas de las disposiciones de la Ley de Justicia y Paz. Esta extradición podría significarles condenas de prisión más largas que las que contempla la ley de Justicia y Paz. Pero, las organizaciones de derechos humanos, asociaciones de víctimas y varios fiscales involucrados en estos procesos están preocupados por la posibilidad de que esta controvertida decisión termine frenando los avances que se habían venido registrando en las audiencias de Justicia y Paz y, en particular, en las investigaciones de la Corte Suprema sobre la parapolítica.

El gobierno de Colombia tenía la opción de enviar a los cabecillas paramilitares que no hubieran colaborado al sistema ordinario de justicia donde pudieran pagar más caro sus crímenes de lesa humanidad—pero optó en cambio por exportarlos a Estados Unidos. “Justo cuando los fiscales locales estaban empezando a desenmarañar a red de vínculos paramilitares con prominentes políticos, el gobierno decidió sacar del país a los hombres que tienen casi toda la información”, comentó Human Rights Watch.


32 Esta decisión turba el proceso de Justicia y Paz. A los jueces y fiscales los tomó desprevenidos esta decisión de máximo nivel. Las acusaciones de EE.UU. tienen
que ver exclusivamente con el narcotráfico, por lo que el proceso judicial en EE.UU. no incluirá crímenes de derechos humanos. Aunque los gobiernos declamaban que los fiscales colombianos tendrían algo de acceso a los cabecillas paramilitares, que ahora están dispersados en cinco ciudades de Estados Unidos, en realidad no se elaboró de antemano ningún pacto específico para que los fiscales colombianos tengan realmente ese acceso, ni qué decir del acceso que podrían tener las víctimas y sus representantes. La Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos advirtió, “las extradiciones podrían debilitar las posibilidades de avanzar, en tiempo y forma, con la lucha contra la impunidad de los que cometieron graves violaciones a los derechos humanos”.



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LA CARA OCULTA DE LA JUSTICIA Y REPARACIÓN PARA LAS VICTIMAS DE LOS PARAMILITARES. parte 2

“Saltaron como liebres del sombrero del mago nombres
de empresarios, militares y otros cómplices de la barbarie paramilitar...”

María Teresa Ronderos

los límites y arrancar, aunque no sea reparación y justicia, al menos algo más de verdad de todo este proceso.
Los límites a la verdad que imponía el marco oficial comenzaron a trasponerse ya que muchos y diferentes protagonistas colombianos comenzaron a tirar de la tensa cuerda que la sujetaba. Alrededor de 125.000 personas intentaron registrarse como víctimas en distintos organismos del gobierno. Grupos de víctimas, muchos de ellos denunciando a viva voz el proceso oficial, comenzaron a realizar sus propias audiencias por la verdad, a simular juicios y crear catastros alternativos de tierras robadas. Las organizaciones de derechos humanos se abalanzaron sobre los obstáculos que impiden obtener justicia mediante la ley de desmovilización, y redoblaron sus esfuerzos para documentar nuevos abusos perpetrados por los militares y el re-armamento de grupos paramilitares. Los periodistas publicaron casos de investigación y reflexivas columnas de
esclarecedora… como para que este año pase a la historia como aquél en el que se empezó a descubrir la verdad”.

3 El proceso oficial
En 2003, el gobierno colombiano firmó un acuerdo de paz con los jefes de la agrupación paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). En ese acuerdo, el gobierno prometió no procesar a integrantes paramilitares exclusivamente por el hecho de pertenecer a un grupo armado ilegal y a fijar penas menores para aquellos paramilitares que habían cometido delitos graves. En julio de 2005, el Congreso colombiano sancionó la Ley 975, también conocida como la ley de “Justicia y Paz”.

Esta ley permitía a los combatientes desmovilizados que hubieran cometido delitos, peticionar los beneficios de la ley, entre los que se incluían penas menores. La pena máxima, aún en el caso de los crímenes más brutales de lesa humanidad, era de ocho años. La ley permitía que a las penas también se les descontara el tiempo que se pasaba en zonas pre-establecidas donde se reunían los paramilitares durante el largo período de negociación. Los paramilitares que pretendan acogerse a los beneficios de la ley tienen que pertenecer a un grupo que se haya desmovilizado, aportar información sobre activos obtenidos en forma ilegal, entregar soldados
menores de edad, liberar secuestrados, dejar de interferir con el libre ejercicio de los derechos políticos y abandonar otras actividades delictivas.

La ley creó una Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) con el supuesto objetivo de garantizar los derechos de las víctimas y propiciar la reconciliación, pero lejos estaba de ser una comisión oficial de la verdad.

La Ley de Justicia y Paz fue duramente criticada por organizaciones colombianas
e internacionales de derechos humanos por legislar impunidad. La Comisión Colombiana de Juristas declaró que la ley no significaría “ni justicia ni paz”.
El director de Human Rights Watch Americas, José Miguel Vivanco, dijo que “era una burla a los principios básicos de derechos humanos”. Detrás de estas críticas estaba la enorme duda de que
la desmovilización paramilitar sea una farsa, y que los paramilitares continuarían asesinando, amenazando, narcotraficando y desplazando a la gente de sus tierras. El reclamo de una justicia más rigurosa se debía no sólo a una noción abstracta o ideal de justicia sino del temor de que sin justicia, la violencia terminaría inexorablemente instalándose.

Las organizaciones colombianas de derechos humanos cuestionaron la constitucionalidad de la ley. El 13 de julio de 2006, la Corte Constitucional declaró
que la ley era constitucional pero estableció importantes pautas para su aplicación. La corte aclaró que las sentencias alternativas eran aceptables pero que no se les podía descontar también el tiempo insumido por las negociaciones. Amplió los plazos que tenían los fiscales para investigar
delitos cometidos por ex-combatientes que pretendían acogerse a los beneficios de la ley. Y como aspecto de gran significación, estableció mayores incentivos para que los paramilitares dijeran la verdad, negándoles los beneficios de la ley toda vez que luego se descubra que alguno de ellos había mentido. Dispuso que los paramilitares tendrían que pagar las reparaciones a las víctimas, nosólo con los activos que hubieran obtenido ilegalmente, sino con todos sus bienes. Finalmente, dispuso un mayor acceso a las actuaciones para las víctimas.4 Si bien la sentencia de la Corte Constitucional fue bien recibida por las organizaciones de derechos humanos tanto dentro como fuera de Colombia por las posibilidades que abre para mejorar la aplicación de la ley, el poder ejecutivo parece no estar de acuerdo con instrumentar la decisión de la Corte en su total magnitud.

5¿Cuál ha sido hasta ahora el aporte hecho por el proceso de Justicia y Paz en defensa, como lo prometió, de “los derechos de las víctimas a la verdad, justicia y reparación”?


Verdad
Si bien el marco oficial ofrece más oportunidades de justicia que muchos procesos de paz, también brinda menos garantías para la verdad. Lo que es más notable es que no hay ninguna previsión de crear una comisión de la verdad con gente independiente (como las comisiones de la verdad auspiciadas por la ONU). Esto tiene serias consecuencias, especialmente por la posibilidad de revelar las conexiones que existían entre los paramilitares y las autoridades del gobierno, legisladores, fuerzas de seguridad, y miembros de la elite empresarial. La verdad que está asomando viene más por otros caminos—la Corte Suprema, los medios de prensa, las víctimas—que por el esquema de Justicia y Paz.
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LA CARA OCULTA DE LA JUSTICIA Y REPARACIÓN PARA LAS VICTIMAS DE LOS PARAMILITARES parte 1

En busca de Verdad, Justicia y Reparación para las
Víctimas Colombianas de la Violencia Paramilitar

“La única manera de cambiar el destino de la nación es ayudando a las
víctimas a que nos cuenten lo que pasaron”.

Hollman Morris.
El 4 de febrero de 2008, hubo una marcha de millones de colombianos en demostración de su terminante rechazo a la violencia de las FARC. Se trató de un auténtico e inspirador reclamo de colombianos cansados de las horrorosas tácticas de la guerrilla y una muestra de solidaridad con el sufrimiento de los muchos colombianos cautivos en manos de las FARC durante años. Aunque esta marcha fue una iniciativa ciudadana, contó con el decidido respaldo del gobierno, cuyo Presidente Álvaro Uribe manifestó “nuestra voz de gratitud a todos los colombianos que hoy han expresado con dignidad y con fortaleza el rechazo al secuestro y a los secuestradores”.

1 Para muchas de las víctimas de la violencia paramilitar, la enorme dimensión de esta marcha les planteó la pregunta de por qué esa misma sociedad colombiana que se mantuvo tan unida en apoyo de las víctimas de las FARC les negaba su respaldo. ¿Por qué a tan pocos de ellos parecía importar las familias de las miles de personas que habían sido asesinadas o desaparecidas por los paramilitares, las fosas comunes que había en el campo,los cuerpos que habían sido arrastrados a las márgenes de los ríos o las miles de personas que habían sido forzadas a dejar sus hogares, muchas de ellas
por la violencia paramilitar? ¿Por qué el gobierno daba su apoyo y credibilidad a esta marcha, pero nada dice sobre los crímenes cometidos por las fuerzas paramilitares? Las víctimas convocaron a una segunda marcha un mes después, en rechazo a la violencia de las fuerzas paramilitares y también a los actos de los soldados y políticos que las habían apoyado. Como explicara el activista Iván Cepeda, las víctimas querían que la sociedad colombiana “…le rinda un muy justo homenaje a los desplazados, a los desaparecidos, a los familiares de los asesinados y masacrados…No sólo queremos que sea un momento de hacer memoria, sino de solidaridad”.

2 Pero, mientras la sociedad colombiana se mostraba dividida en cuanto a la idea de participar, el gobierno se distanció de esta marcha y sus organizadores se enfrentaron con una ola de amenazas de muerte y violencia.

El cuento de las dos marchas sirve para explicar porqué fue tan controvertido un proceso que desmovilizó a miles de paramilitares, integrantes de un grupo armado asesino. Después de un pasmoso período de violencia, las víctimas aguardan y demandan no sólo el fin de la violencia, sino una medida más concreta de verdad, justicia y reparación. Pero las víctimas de la violencia paramilitar aún esperan el tan ansiado reconocimiento de parte del gobierno y de la sociedad colombiana:
que reconozcan lo que sufrieron, que admitan el rol que tuvieron las autoridades de gobierno, los políticos y miembros de las fuerzas armadas de Colombia en ayudar e instigar las atrocidades de las autodefensas, y que digan: “Nunca más”.

Hay un temor palpable de que la desmovilización sea una farsa—de que haya grupos que en realidad nunca se desmovilizaron, de que otros estén volviendo a armarse, mientras el poder paramilitar sigue dominando a la política nacional y las comunidades locales.
En este informe se analizará el marco oficial para la desmovilización de los paramilitares y las escasas oportunidades de conseguir la verdad, justicia y reparación que viene ofreciendo el gobierno. Luego, se destacarán algunos de los intentos muchas veces heroicos de diversos sectores de la sociedad—activistas de derechos humanos, periodistas, miembros del poder judicial, y especialmente las víctimas—de traspasar

opinión que encendieron el debate público sobre un tema que desde hacía mucho tiempo era mantenido en silencio. Los tribunales supremos de Colombia abrieron sus puertas para dar más justicia de la que contemplaba el ejecutivo, imponiendo algunos patrones mínimos para aplicar la ley de desmovilización y llevando a la justicia a los políticos que protegían a paramilitares. Para fines de 2007, la columnista de la revista Semana, María Teresa Ronderos, decía “Saltaron como liebres del sombrero del mago nombres de empresarios, militares y otros cómplices de la barbarie paramilitar…. La verdad que emergió este año ha sido lo suficientemente
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Continuan la Exhu-maciones

En la ciudad de Medellín del departamento de Antioquía, el 30 de noviembre de 2007, la Sub Unidad de Apoyo-Exhu-maciones de la Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz, realizó el inventario de quince (15) restos humanos y se entregaron a sus familiares quienes se desplazaron desde los Municipios de Briceño, Turbo, Ituango, Frontino y Puerto Nare.


En la ciudad de Cali, del departamento del Valle del Cauca, en las Instalaciones de la Sección Criminalistica del CTI, el 11 de Julio de 2008, realizó la entrega de un (1) resto humano a sus familiares; exhumado en el Municipio del Calima Darien.

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Los Crimenes de " H.H"

En la ciudad de Medellín del Departamento de Antioquía, el 15 de Julio de 2008 en el Auditorio Héctor Ospina Botero de la Universidad de Medellín se realizó la entrega de (27) restos humanos exhumados en el Departa-mento de Antioquia y (5) entregas Simbólicas información sumunistrada por Heber Veloza Alias"H.H", a sus familiares quie-nes se desplazarón de los Municipios de Apartadó, Turbo, Necocli, San Roque, Segovia, San Carlos entre otros.
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“…Te recibo quizás como nunca esperé pues siempre tuve la esperanza de tu regreso…”

Entrega de cuerpos a los familiares
La Unidad Nacional de Justicia y Paz recibe a diario muchas denuncias por violaciones a los Derechos Humanos perpetradas por grupos al margen de la ley, pese a ello, cuando los dolientes reciben los restos óseos de sus familiares, es donde se comprende la magnitud del dolor, es allí donde todos somos una sola Nación, donde todos nos reconocemos como colombianos y empezamos quizás a entender el dolor que ellos sienten por la pérdida de sus familiares, han sido vidas que Colombia pierde en una guerra sin sentido; ahora solo quedan sus familias y las sonrisas que son nuestro mayor aliento para seguir buscando a los que aún no están.Tantas cosas, momentos, vivencias que se fueron con ellos y aun no regresan, solo las mentes y corazones reconocen la lucha que día tras día deben llevar, que la esperanza esta ahí, la ilusión y las ganas de vivir los llevan a soñar en un futuro esperanzador, que les devuelva a sus hijos, hermanos, padres, sobrinos y amigos. Son estas las motivaciones que llevan a la Sub Unidad de apoyo Exhumaciones de la Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz a continuar con esta humanitaria tarea.
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"Colombia busca a 10.000 muertos"


Informe Especial del TIEMPO

EL TIEMPO se metió en las entrañas de esta búsqueda que empezó hace un año. Se han hallado 533 cuerpos, pero solo 13 han sido plenamente identificados por su ADN y 173 por prendas de vestir.

Ahora se conocen datos escalofriantes: 'paras' dictaban cursos para descuartizar, las 'Águilas Negras' desentierran los cuerpos y los lanzan a los ríos y las víctimas siguen con miedo.

Preguntas sin respuesta ¿De quiénes son esos zapatos? ¿Quién era? ¿Por qué la mataron? ¿La estará buscando una anciana atormentada con el recuerdo de una hija perdida? ¿O no la está buscando nadie? Esas preguntas que provoca esta fotografía tomada en una fosa en Facatativá (Cundinamarca) son apenas algunas de las que se hacen en Colombia -desde que se levantan hasta que se acuestan- los dolientes de entre 10.000 y 31.000 personas de las que no ha quedado rastro después de los últimos años de guerra (el primera dato es de la Fiscalía, el segundo es de la Comisión Colombiana de Juristas).

Haciendo un corte de cuentas en abril, cuando se cumple el primer año de búsqueda de fosas comunes, la Fiscalía ha recibido 3.710 denuncias de sitios en donde hallarlas; pero la mayoría no se ha podido explorar por falta de recursos: se han encontrado 533 cuerpos y lo más dramático es que solo 13 han sido identificados plenamente, es decir, con ADN. Otros 173 han sido identificados de manera preliminar (por prendas, tatuajes, etc).

Daban clases de descuartizar Cuando en EL TIEMPO decidimos hacer un informe especial sobre el fenómeno de las fosas comunes comenzó a repetirse una escena en la sala de redacción: uno a uno, los reporteros que volvían de su labor, llegaban aterrados.

Pocos cubrimientos nos han sacudido de tal manera y pocos son tan difíciles de contar con palabras: por el tamaño del horror del método de muerte de los asesinos, por el dolor de las familias de las víctimas que no se aplaca y -tal vez lo más angustiante- por la sensación de que la magnitud de esta empresa desborda por el momento al país. ¿Se podrá desenterrar un porcentaje significativo de los muertos e identificarlos para aliviar a sus familiares? ¿Se logrará hacer como es debido el duelo para evitar abrir un tercer capítulo de violencia extrema en Colombia? Los testimonios de paramilitares y los resultados de los equipos forenses permiten concluir que las Autodefensas Unidas de Colombia no solo diseñaron un método de descuartizar a seres humanos sino que llegaron al extremo de dictar cursos utilizando a personas vivas que eran llevadas hasta sus campos de entrenamiento.

Francisco Villalba, el paramilitar que dirigió en terreno la barbarie del Aro (Antioquia), en la que torturaron y masacraron a 15 personas durante 5 días, revela detalles de esos cursos hasta hoy desconocidos. "Eran personas de edad que llevaban en camiones, vivas, amarradas (...) Se repartían entre grupos de a cinco (...) las instrucciones eran quitarles el brazo, la cabeza... descuartizarlas vivas", dice su expediente.

El uso de la motosierra no se ha visto en los cadáveres hasta ahora desenterrados. "Entre otras, no era práctico porque la motosierra se enreda en la ropa y por eso prefieren el machete", explica un fiscal especializado en exhumaciones. El 70 por ciento de los que han desentarrado en la Costa están desmembrados con machete y la mayoría de los 106 cadáveres hallados en Putumayo -adonde Carlos Castaño exportó primero su maquinaria de muerte desde Urabá y Córdoba- recibieron un tiro en la cabeza y luego fueron partidos en cada articulación prominente.

¿Por qué descuartizar? Por un pragmatismo macabro: ante la necesidad de correr menos riesgos con jueces de aquí y del mundo por crímenes de lesa humanidad, los tenían que enterrar. Y para no tener que cavar fosas muy profundas -para ahorrar esfuerzo- lo mejor era partirlos en pedazos.

"A la medida del tronco (de la víctima) usted hace el hueco, aunque hondo. Y todas las piezas las mete. Entre cuatro o cinco mujeres hacen ese trabajo en unos diez minutos", cuenta uno que comandó grupos de 'paras' en los Llanos. No parece haber explicación antropológica de querer esconder al otro, es solo una solución práctica.

Salvatore Mancuso por ejemplo confesó que para evitar que hallaran el cuerpo del líder indígena Kimi Pernía, lo sacaron de la fosa y lo echaron al río Sinú. Y fuentes informadas cuentan que antes de comenzar la negociación, el mismo Mancuso, para esconder sus crímenes, mandó a levantar tierra de una finca en Ralito que su grupo había sembrado con cadáveres. Ahora, las Águilas Negras, herederas de los 'paras' los están desenterrando y lanzando a los ríos, dicen investigadores.

¿Y de la guerrilla? También se han encontrado fosas, sobre todo en Cundinamarca, pero el 98 por ciento de las denuncias de las que se ocupa hoy la Fiscalía son de 'paras'.

'A Bogotá le importa un carajo': especialista El capítulo de desenterrar los desaparecidos juega un papel vital si se quiere un proceso que de verdad sane heridas en el país.

Y así lo reconoce Eduardo Pizarro, presidente de la Comisión Nacional de Reparación: "Ellos (los paramilitares) buscan borrar la memoria. (...) Hay que desenterrarlos (...porque) lo más importante para la víctima es recuperar el cuerpo de su hijo".

Uno de los grandes problemas es que este tema no parece tocar nervios críticos del país. "Cada vez como que no pasa nada. Seguimos encontrando fosas y al país como que no le duele", se queja otro de los fiscales encargado de desenterrar. Y María Victoria Uribe, antropóloga que le ha dado cátedra al país sobre la violencia de los años 50 anota: "A la sociedad bogotana le importa un carajo que descubran 15 cadáveres en Sucre".

En la antigua Yugoeslavia, por ejemplo, montaron un banco de ADN que les permitió identificar a 10.000 víctimas. En Colombia se están haciendo algunos esfuerzos (se aprobó un Plan de Búsqueda, a finales del 2006 se reforzó el equipo de Fiscalía: aumentó de 1 a 3 fiscales especializados y a 8 fiscales de apoyo), pero no se ha logrado completar el registro unificado de desaparecidos al que obliga la ley desde el 2000 y a los que exhuman les ha tocado hasta protegerse con la fosa como un trinchera por la presencia de grupos armados.

Pizarro asegura que el tema amerita un documento Conpes o estar en el Plan de Desarrollo. Pero por ahora, ni lo uno ni lo otro.Cada una de las historias de las víctimas es conmovedora. Un abogado que recorrió durante ocho meses el río Magdalena buscando los restos de su hermano o la mujer de Amalfi que perdió a sus cuatro hijos y ha hurgado hasta en camiones de cadáveres tratando de encontrarlos, son apenas unas de ellas.

Hallazgos a punta de recompensas y descuentos ¿Cuántas fosas se podrán encontrar? La ubicación de las fosas las dan informantes que quieren ganarse 500.000 pesos o paramilitares denuncian para lograr una rebaja de hasta un cuarto de su condena.

Los que quieren ganar dinero a costa de los muertos se convirtieron en un escollo, pues de oidas, daban datos que les hicieron perder mucho tiempo a las autoridades. Las que denuncian los 'paras' son más acertadas. De hecho se aumentó un 500 por ciento desde que empezó a aplicarse la Ley de Justicia y Paz. Sin embargo, ahora no tienen claro si serán tenidos en cuenta para los beneficios y por eso, mientras en el 2006 fueron 3.214 denuncias (9 por día) en lo corrido del 2007 el promedio ha bajado a 5 por día (496). Y las denuncias de las víctimas son cada vez más escasas por el miedo: "Algunas no quieren ir con nosotros -cuenta un investigador-, pero nos dejan un palito en la noche en el sitio para guiarnos".

¿Qué va a hacer el país? En este primer intento de la historia de Colombia por buscar la verdad de una época atroz no tendría ninguna justificación que el país urbano que vive en el siglo 21, no haga nada para evitar que el país rural siga siendo arrasado por la barbarie.

El museo de la infamia Onofre Granados Peña, un campesino de 27 años, vestía una camiseta negra el día en que los paramilitares lo sacaron de su casa de la vereda Sacramento, en el municipio de Fundación (Magdalena). Ese fue el primer indicio para los investigadores que hallaron una prenda similar junto a un esqueleto exhumado el 23 de septiembre del 2006. Hoy está plenamente identificado.

Un escapulario con la imagen de la Virgen fue encontrado en una cueva en Chaguaní (Cundinamarca). Estaba enredado en el cuerpo de su dueño. Habían enterrado junto a él, a uno de sus amigos y a su perro.

Billetera de Winnie The Pooh. Estaba junto a los restos de un niño, cuya identificación aún falta por establecer. La osamenta del cuerpo, hallado en Cundinamarca, está triturada porque le lanzaron rocas para cubrirlo.

El día en que los mataron, Willian Arenas y Alexander Paez llevaban overoles y botas negras de caucho, con líneas rojas, marca Bata. Las Farc los confundieron con agentes de inteligencia y les pegaron un tiro en la cabeza. Era el 24 de mayo de 1999. Las botas, overoles y documentos aparecieron junto a sus restos en una vereda de Viotá (Cundinamarca), el 6 de junio del 2006.

Sandalias de mujer marca 'Karelis Shoes'. Fueron halladas entre los restos de 34 cuerpos exhumados en junio del 2006 en dos fincas del corregimiento Mingueo, en el municipio de Dibulla (La Guajira).

Un buzo negro, de algodón, marca cotton Wers, talla M y un yin marca Ortfer, talla 32, de color verde hallados en una sepultura sin nombre en el cementerio de Berrugas, en San Onofre (Sucre), hace sospechar que los restos encontrados allí pertenecen a Julio Rafael Navarro Méndez, conocido como 'Macayepo'. Sin embargo, falta la prueba científica.

Ocho años después de su muerte, los investigadores hallaron casi intacta la camiseta verde, de tres botones, tipo Polo, Main Stream, talla XL que Ovidio Russi vestía el día en que lo secuestraron las Farc, entre Girardot y Nilo. Se lo llevaron el 12 de Noviembre de 1998 y el 19 de septiembre del 2006 la Fiscalía halló sus restos en la vereda Ceilán, corregimiento Palmar, en Viotá.

Un cuerpo que tenía sandalias de mujer, pertenecía al ganadero Manuel Guillermo Montes. Lo encontraron cerca de María La Baja (departamento de Bolívar). La declaración de la viuda, sobre cómo los guerrilleros de las Farc se llevaron a su esposo, coincidía con el hallazgo: "Cómo salió descalzo, yo le entregué mis sandalias".

¿Busca la prenda de un ser querido? La Fiscalía General comenzó a publicar en una página web, fotografías de las prendas que acompañaban a algunos de los restos óseos encontrados en fosas comunes. Este museo de la infamia lo encuentra en la dirección electrónica: http://www.fiscalia.gov.co/justiciapaz/index.htm LUZ MARÍA SIERRAJefa de Redacción
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