13 noviembre, 2008

La Historia de 2 grandes Amigos enfrentados en la Guerra

Verdad Abierta. Enemigos íntimos
Esta historia de dos grandes amigos, casi hermanos, que se volvieron grandes enemigos, sucedió en San Luis, un municipio de 12 mil habitantes, campesinos humildes que aún viajan en mula y viven de vender en el pueblo la panela, el blanquiao, y los plátanos artones. El paisaje de fondo es el verde y templado Oriente Antioqueño, cruzado por ríos potentes que nacen en las montañas y van a dar al ardiente Magdalena Medio colombiano.

Guillermo Zuluaga Ceballos para Verdadabierta

Un paraíso, cuando se mira de lejos.

En 2001, dos viejos amigos, uno paramilitar y el otro guerrillero, se secuestraron sus familias en medio de la guerra por el oriente de Antioquia. Montaje SEMANA

Pero hace tiempo que no ha habido paz allí. Desde que los protagonistas de este relato eran niños, por allá al comienzo de los años ochenta, empezaron a aparecer asesinados los primeros líderes cívicos y de izquierda. De alguna manera eran las víctimas de una venganza de los narcotraficantes Escobar y Ochoa, quienes por el secuestro de una hermana de últimos, crearon el tenebroso Muerte a los Secuestradores, que después sirvió de etiqueta a los primeros paramilitares antioqueños que la gente conocía como ‘Masetos’.

“En San Luis asustaban mucho ‘Los Masetos’. Mataron gente buena. Eran una sombra siniestra. Eso hizo que muchos jóvenes se metieran a las guerrillas”, explica Juan Alberto Gómez, del Observatorio de Paz del Oriente Antioqueño y periodista oriundo de esta localidad.

Una guerra trajo la otra, y luego de que los ‘Masetos’ mataran a Carlos Alirio Buitrago y a sus jóvenes amigos inocentes en Estación Cocorná, muchos muchachos de izquierda, que se sentían temerosos y perseguidos por sus ideas, se refugiaron en la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional que hábilmente creó el frente con el nombre del joven asesinado, precisamente allí en San Luis. ‘Elenos’ y ‘Masetos’ se enfrentaron para quedarse con el Oriente Antioqueño. Los primeros derribaban torres, extorsionaban y secuestraban en nombre de la Revolución; los segundos extorsionaban y mataban civiles en nombre de la Antisubversión.

Después, en los noventa las cosas se complicaron más. Llegaron las guerrillas de las Farc, y el paramilitarismo renació más brutal, si se quiere, bajo las órdenes de otro campesino de la región Ramón Isaza y de su yerno, conocido con el nombre del personaje de televisión McGuiver, quizás porque se parecía.

Algunos ‘Elenos’ se volvieron de las Autodefensas, sobre todo después de que las Farc hicieran una toma armada en diciembre de 1999, que dejó centenares de víctimas, y el ELN asesinara a cinco conductores en diciembre de 2001. Además porque los paras pagaban bien.

“Muchachos pobres, respaldados en sus grupos, podían caminar más tranquilos en la zona urbana, en elegantes vehículos, conquistar lindas niñas”, dice el periodista Gómez.

En ese ambiente crecieron los hombres de esta historia. José Luis Mejía, cuyo nombre de guerrillero del ELN luego fue ‘Byron’ y Luis Eduardo Alzate, a quien las Autodefensas del Magdalena Medio le dieron el nombre de ‘Julio’.

El guerrillero

En San Luis, Se temía que al matar uno de los secuestrados se desatara una venganza de parte y parte. Foto Guillermo Zuluaga.


Don José Alzate fue uno de los secuestrados por el ELN. Foto Guillermo Zuluaga.

José Mejía nació en el campo, en La Holanda, una vereda del municipio de San Francisco, limítrofe con San Luis. Mientras era estudiante fue compañero de Luis Eduardo Alzate, quién después se volvería su enemigo, el paramilitar. Terminó de estudiar, trabajó un tiempo en la fábrica de Cementos Río Claro, y renunció para irse de arriero a la finca de sus padres, que quedaba en el mismo camino de la casa de los Alzate. “Por ahí pasaba a caballo, comía, tomaba claro, salía como uno más de la casa”, recuerda Marleny Alzate, hermana de Luis Eduardo.

“José Luis voleó rula conmigo, desrastrojando monte, y muchas veces le di y le presté plata”, cuenta don José Alzate, padre de Luis Eduardo.

José comenzó a alternar su vida en el campo con actividades políticas. Fue elegido concejal de San Luis, y tuvo como compañero al propio Ramón Isaza, quien luego se volvió gran jefe de las Autodefensas del Magdalena Medio y de quien fue amigo por el tiempo que fue su vecino.

En esos mismos caminos que unían veredas limítrofes entre San Luis y San Francisco, José conoció a Consuelo Mejía, estudiante de bachillerato y prima de los Alzate. Pasaba por el frente de su casa, arreando caballos hacia su finca.

“Ahí nos conocimos. Yo le daba limonada y se quedaba charlando conmigo. Me enamoré perdidamente de él. Era muy responsable pues su papá era ciego y él se hizo cargo de él, pues la mamá no vivía con ellos”, cuenta Consuelo. Al año de noviazgo, el 12 de junio de 1987 en unas vacaciones del colegio se casaron.

Una tarde, José, angustiado, le contó a Consuelo que unos hombres habían ido a buscarlo a él y a un muchacho de la vereda. Al otro lo encontraron y lo mataron. Eran los años en los que los ‘Masetos’ se dedicaron a perseguir a los jóvenes de izquierda que, como José, querían participar en política.

El viejo Alzate, padre de Luis Eduardo, sabía que a José lo estaban persiguiendo. “Me van a matar, me decía. Fui y hablé por él con Ramón Isaza (el jefe paramilitar) para salvarlo, y él me dijo que si se entregaba le iba bien”.

Pero José Mejía no quiso. Prefirió fugarse a Montería. Consuelo recuerda la fecha exacta porque ella tenía tres meses de embarazo, el 2 de febrero de 1988. Dijo que mandaría después por ella, pero sólo volvió a saber de él cuando su hijo tenía seis meses. Le mandó razón de que los bautizara Camilo. Ella le hizo caso.

José vivió cinco meses en Montería y después tres, en La Dorada, donde su mamá, y después dijo que tuvo que meterse al ELN para salvar su pellejo. Consuelo tiene dudas. “¿Si fuera por eso, por qué no se quedó en Montería?”, dice.

Como José se fue al monte desde muy joven, son muy pocas las referencias suyas en su pueblo. Quienes lo conocieron dicen que era un campesino ilustrado, que sabía sobre las actividades agrícolas y se ganó el aprecio de los pobladores. También por eso, cuando ya se llamaba ‘Byron’ y eran ‘Eleno’ de tiempo completo, ascendió rápido. Dicen, sin que se pueda comprobar, que cometió muchos excesos con sus subordinados.

El viejo Alzate lo vio una vez, ya cuando José era guerrillero. “Me lo encontré en un potrero. Charlamos un rato, de política, de la vida”. Quizás le preguntó por su hijo, su amigo Luis Eduardo.

El paramilitar

Luis Eduardo Alzate era el quinto de siete hijos del viejo Alzate y su esposa Débora. Estudió en el mismo colegio que José Mejía y fueron amigos. Recién graduado se metió a la Policía. Pero se tuvo que retirar cuando, mientras trabajaba en Medellín, Pablo Escobar empezó a pagar recompensas a quienes mataban policías. Se regresó a la finca de sus padres, con su esposa y sus tres hijos y cortaba madera.

Luego fue inspector de policía y vigilante de Cementos Río Claro. Siguió siendo amigo de José, ahora alias ‘Byron’. Luis Eduardo le hacía favores, entregaba encomiendas y razones, y también le llevaba a su hijo Camilo al monte. Marleny Alazate, hermana de Luis Eduardo, dice que se acuerda un día que ‘Byron’ llamó a su hermano, y ahí supo que algo tenían juntos.

Por esa amistad un poco clandestina con el guerrillero, los paramilitares amenazaron a Luis Eduardo. Su papá tuvo que ir a hablar con ‘MacGuiver’, el yerno de Ramón Isaza para decirle que no le hicieran nada. Éste le ofreció ingreso a las Autodefensas. Luis Eduardo no quiso.

Como estaba en la guerrilla, ‘Byron’ ya no vivía con Consuelo, pero como ésta era prima de Luis Eduardo Alzate, la cercanía entre las dos familias siempre se mantuvo.

De pronto un día, sin que nadie pueda explicar por qué, la amistad entre José y Luis Eduardo se rompió. El primero secuestró al segundo durante 32 días. Lo tuvo amarrado y maniatado, según cuenta su papá, el viejo Alzate. Algunos dicen que ‘Byron’ quería que su amigo Luis Eduardo se quedara en la guerrilla, y éste, que no gustaba de guerra, no quiso. Lo soltaron, pero temía por su vida.

Por eso, Luis Eduardo, terminó aceptando la oferta de ‘MacGuiver’, y, por miedo, se metió a las autodefensas. Por esas paradojas de la guerra, ahora era Luis Eduardo quien ingresaba a un grupo para defenderse del otro, igual que una década atrás había tenido que hacerlo José Mejía.

“Luis Eduardo se metió a la guerra y no sabemos por qué, cuando mis padres lo dieron todo: un ejemplo de vida. No se entiende”, dice Marleny.

Hay otras explicaciones de por qué Luis Eduardo se metió a paramilitar. Era ambicioso y pasional. Y finalmente vio una oportunidad de hacer dinero en la guerra. Como conocía bien a varios ‘Elenos’, consiguió que muchos de ellos se pasaran a las Autodefensas, y se ganó la confianza de Isaza y de ‘MacGuiver’. Les ofrecía dinero a los del ELN para que se pasaran de bando, cuenta el periodista Gómez, quien asegura que fue Luis Eduardo, convertido en el paramilitar ‘Julio’ el verdadero responsable de la derrota del ELN en el Oriente Antioqueño, y no los militares, como se cree.

Muy adentro, cada uno, de sus grupos, Byron’, como segundo comandante del frente Carlos Alirio Buitrago del ELN, y ‘Julio’, como comandante de las Autodefensas en San Luis, la guerra entre los antiguos amigos y cómplices se tornó brutal. Ni siquiera respetaron a las familias.

El secuestro de los viejos

El miércoles 9 de mayo de 2001, a eso de la seis y media de la tarde un grupo de hombres armados llegó hasta la vivienda de don José Alzate, el papá del paramilitar ‘Julio’, en la vereda Tulipán. Le preguntaron a su esposa por él.

-Afuera lo necesitan, le dijo doña Débora a su marido.

El viejo Alzate salió. “A mi casa arrimaba todo el mundo, porque comida no se le negaba a nadie”, recuerda hoy este abuelo de 81 años mientras se toma un café. Por eso no se asustó aquella tarde cuando lo llamaron. Tampoco, cuando vio que eran guerrilleros, los conocía desde niños. Sí se sorprendió cuando le dijeron que viniera con ellos.

-El comandante ‘David’ lo necesita.

-Que venga él, contestó don José, con la autoridad que le daban sus años. Pero luego se fue con los guerrilleros y a las cuatro cuadras se encontró con que otros hombres llevaban a su hijo, Héctor, quien era limitado físicamente. Después vio pasar llorando a su viejita. Eso sí le dolió más.

Los jóvenes armados también se conmovieron viéndola y por eso dejaron que los viejos volvieran a su casa, pero se fueron con Héctor. Pero al otro día volvieron y esta vez, sí se lo llevaron y hicieron caminar cuatro días, hasta llegar a un campamento.

-Yo mandé por usted, le dijo ‘David’.

-¿Para qué?, dijo Alzate.

-Son cosas de la guerra, dio por toda explicación.

A los ocho días, recogieron a doña Débora. “Un muchacho que tomaba mazamorra en la casa fue por mamá”, dice con ironía, Marleny Alzate.

“Sentí una cosa rara cuando vi a lo lejos, en el camino, ese sombrero alón que manteníamos en la casa. Casi me da un infarto cuando vi que me tenían a la viejita”, cuenta hoy el viejo Alzate.

Pese a la zozobra de un secuestro, cuentan las víctimas que desde que los retuvieron, los guerrilleros los trataban muy bien. Estaban en manos de la temible Carlos Alirio Buitrago, pero el subcomandante, ‘Byron’, los conocía de toda la vida y había sido casado con su sobrina, Consuelo.

“Un día, ‘David’ me pidió que llamara a Alfonso, otro de mis hijos. Le marqué y empezaron a insultarse”, cuenta el viejo Alzate.

El secuestro de los dos ancianos y su hijo con problemas físicos era el primero de varios capítulos de odio entre ‘Byron’ y ‘Julio’. El segundo era el responsable de robarle militantes al primero. ‘Byron’ reviró con lo peor: secuestrarle a los padres a ‘Julio’.

“Fue una guerra de egos entre ellos, para demostrar quién era el más fuerte”, dijo después Marleny Alzate, intentando explicar cómo llegaron a esos extremos.

Esa semana, Consuelo, la ex mujer y mamá del hijo de ‘Byron’, quien también era prima de ‘Julio’, fue a la casa de Marleny a preguntarle por sus tíos.

-Marleny, tengo miedo que se metan con Camilo, mi niño, dijo Consuelo.

-Yo no creo que Luis Eduardo, mi hermano, haga eso, le respondió tajante.

Pero Marleny tenía dudas y pasó esa noche muy intranquila. “A las cinco y cuarto no me aguanté y pasé a decirle que me entregara al niño para protegerlo”.

Se llevaron a Camilo

-Consuelo ya se fue a trabajar al hospital, me dijo su hermano Jairo, cuando le abrió la puerta.

-¿Tan temprano?

-Mentira, al niño se lo llevaron y ella se fue con él, dijo.

Aquel 12 de mayo de 2001, a las dos de la madrugada, cinco hombres armados, vestidos de civil llegaron a la casa de Consuelo, que en realidad pertenecía al propio ‘Julio’ y le dijeron que el jefe paramilitar mandaba por el hijo de ‘Byron’. Camilo tenía 12 años. “Yo me fui con ellos”, dice Consuelo.

Días antes los paramilitares de ‘Julio’ también habían secuestrado a un hermano y a una hermana de ‘Byron’ y a un amigo que por casualidad estaba con ellos; su ex mujer, su hijo y dos hermanos y un amigo, un botín de cinco personas que le haría contrapeso a los tres familiares que le tenía ‘Byron’ a ‘Julio’.

Los llevaron al corregimiento de La Danta, y de allí diez hombres los custodiaron a una finca.

-Vea prima…, intentó explicarle ‘Julio’ saludándola con familiaridad.

-Usted y yo cómo hemos sido de buenos amigos, y ¿hacerme esto?, le respondió ella furiosa.

-Más que a nadie, le consta que yo no lo hubiera hecho.

-Me parece muy cochino de su parte.

Según Consuelo, esa mañana desahogó toda su rabia. ‘Julio’, como queriendo desentenderse del asunto, la mandó a hablar con MacGuiver. Él le explicó que la tenían que dejar porque era la forma de preservar la vida de sus familiares.

La guerra sucia no paró allí. ‘Byron’, buscando tener mejores armas para una eventual negociación, también secuestró al papá de MacGuiver y a Iván Padilla un cuñado de éste jefe de las Autodefensas.

“Eso se complicó mucho y ninguno de los dos quería ceder, recuerda Marleny, sus sobrinos tuvieron que huir, su marido renunció al puesto en San Luis y a ella que estaba embarazada, la sacaron en ambulancia hasta Rionegro.

Presas de guerra

Desde el primer día en cautiverio, Consuelo buscó una forma de manejar el miedo y resolvió cocinarles. Y después logró que le quitaran las cadenas a la hermana de ‘Byron’ y la dejaran ayudarle a preparar las comidas. “Al hermano sí lo ultrajaron mucho”, dice Consuelo.

A unos 40 kilómetros de allí, en otro extremo de San Luis, don José Alzate, papá de ‘Julio’, fue ganándose un espacio entre sus captores. Les explicó del Plan Colombia, el proyecto ideado y financiado por Estados Unidos para ayudarle a Colombia a derrotar al narcotráfico, que recién comenzaba. Estaba extrañado de la ignorancia de los guerrilleros y les contó del Ché, de Bolcheviques, Mao y Tito en Yugoslavia –“el único que ha cumplido las normas comunistas” les dijo.

A los viejos Alzate no los trataron mal. Cuenta don José que si llegaba comida al campamento, primero era para ellos y cuando debían desplazarse les daban las mulas.

Don José también aprovechó que le prestaban atención para cuestionarles el secuestro como método de guerra: “Cómo así que están a favor de la población civil, de los campesinos y secuestrando: ¡Con esto ustedes pierden puntos!”.

También doña Débora, como antídoto para el aburrimiento y la zozobra del encierro, optó por su propio mecanismo de defensa y ayudaba a lavar ropa en la quebrada.

“Yo estuve con ellos durante cinco días. Veía a los viejos que se la pasaban hablando, oyendo misa y rezando el rosario”, cuenta William Ospina, ex alcalde de Sonsón, quien estuvo secuestrado por el ELN durante 22 días, acusado de paramilitares en la zona urbana de su municipio.

Aunque las condiciones fuesen tolerables, pasaban los días y ninguno aflojaba. Las familias Alzate y Mejía temían porque el peligroso juego terminara en una tragedia para todos. Ese año fue el peor de la sangrienta guerra entre guerrillas y paramilitares en el Oriente Antioqueño que hasta 2002 llegó a sumar 30 mil víctimas civiles, entre desaparecidos, mutilados por la minas, desplazados, secuestrados y muertos.

“¿Ustedes, entre familiares, se van a matar?”

Al fin, como a los veinte días, liberaron al viejo Alzate. Su liderazgo le sirvió para que lo soltaran a ver si llegaba a un acuerdo con MacGuiver. “Pero él me dijo que no había negocio, mientras nos los largaran a todos. Yo no sé porqué, MacGuiver fue tan intransigente conmigo”.

Las autodefensas intentaron una salida similar, y dejaron ir a Consuelo, también como a las tres semanas, para ver si hablando con su ex marido ‘Byron’, lograba algo. “Me dieron 200 mil pesos y me indicaron que lo ubicara por Cocorná”, cuenta Consuelo.

Don José Alzate se reunió con el Consejo de Conciliación, grupo de sanluiseños organizado a mediados de los años 90 para mitigar un poco la intensidad del conflicto en esta zona.

“Los del Consejo éramos bien recibidos en todos los grupos y en esos días teníamos contacto con Luis Eduardo (‘Julio’), --recuerda Jesús Giraldo, miembro del Consejo--. Si matan a uno, matamos a todos, decían desde los dos grupos”.

Cuando supo que salió libre, Alfonso, hermano de ‘Julio’, fue hasta la casa de Consuelo. La humilló, le dijo que “a Camilo lo iban a mandar en pedacitos para que José (Byron) se lo comiera”.

El viejo Alzate y Consuelo, los rehenes de los bando contrarios, finalmente unieron esfuerzos. Al fin y al cabo lo dos tenían el mismo fin. Ella le ayudó a don José Alzate conseguir la droga para enviarle a su mujer y juntos buscaron a ‘Byron’.

Los miembros del Consejo de Conciliación, veían las posiciones de los enemigos armados cerradas a la banda. Aún así intentaron convencerlos de desistir. “¿Ustedes, entre familiares, se van a matar?”, les preguntábamos, cuenta Giraldo.

Consuelo anduvo por San Francisco, buscando a ‘Byron’ y un jefe del ELN, le dijo que hablara con la Cruz Roja, que ellos sabrían qué hacer.

“Regresé donde MacGuiver y me dijo que aún no había negociación y que me devolviera. Me vine para la casa a sufrir .Quedé como loca, traumatizada. Yo pensé que a Camilo lo dejaban allá”, cuenta Consuelo.

También don José Alzate después de hablar con Mac Guiver se devolvió a hacer contacto con sus captores del ELN, pero no lo devolvieron a su casa. Su familia creyó que se iba a morir de la angustia, pues nada que le liberaban a su viejita. Como Consuelo, fue a la Cruz Roja. Nada pasaba.

Cumplieron su palabra

Más personas de San Luis contactaron a la Cruz Roja. Ésta contactó a las partes y las negociaciones sobre cómo y dónde liberarían a los cautivos de ambos bandos se encaminaron, cuenta un funcionario de Medellín que prefiere ocultar su nombre. “Aunque eran actores que se odiaban a muerte, fueron muy serios”, explicó.

Para el ex alcalde de este municipio, Hernando Martínez, los salvó los lazos afectivos que los unía pese a todo. “Una partecita de redes afectivas históricas que los ataban no se rompió del todo”.

Con un poco más de pragmatismo, Consuelo Mejía explica aquella encrucijada: “Para cualquiera de las partes matar a alguno de los retenidos era matar a un familiar”.

Cuando la Cruz Roja vio la sinceridad y los deseos de solucionar el secuestro, montaron la logística para la liberación y definieron los lugares para ello. Acordaron soltarlos en zonas boscosas.

Con total hermetismo, el domingo 20 de junio de 2001, iniciaron el proceso. La Cruz Roja tenía las coordenadas y recibió el respaldo de la Gobernación de Antioquia que prestó el helicóptero y entonces algunos funcionarios viajaron a la zona para realizar la verificación. La liberación entonces fue cuestión de horas.

A doña Débora y a Héctor los entregaron cerca de la Autopista Medellín Bogotá, en un paraje limítrofe entre San Francisco y Cocorná.

“Cierto abuela que usted nos va a seguir dando clarito”, la despidió un guerrillero con cierto cinismo. Doña Débora tomó rumbo hacia su finca pero sus familiares la enviaron para Medellín.

“Yo estaba en Medellín cuando me llamaron de la Cruz Roja. ¡Qué felicidad tan grande que me tuvieran a la viejita y a Héctor!”, recuerda el viejo Alzate, quien esa misma tarde se reunió con ellos.

A Consuelo, la noticia de la entrega de Camilo la tomó ese día en el bus regresando de Medellín. La Cruz Roja recibió a Camilo, en la vereda La Josefina, y lo llevó a San Luis, donde fue recibido por sus abuelos. Por la noche se reencontró con él.

Los familiares de ‘MacGuiver’ retornaron a San Francisco y los familiares de ‘Byron’ salieron hacia Medellín.

Siete años después…

Después del secuestro, don José y doña Débora Alzate estuvieron por unos días en casa de una de sus hijas en Medellín. “Me fui de huida para Doradal. Me dio miedo que nos mataran. Allá tuve un pedacito de tierra. Puse hojas de cinc para dormir, luego ranchito y organicé potreros”. Allí vivió por un tiempo. Sin embargo pudo más el amor por la tierra y regresó a la zona a la que siempre ha pertenecido. Desde hace un par de años tiene una finca en la vereda La Josefina. “Allá estoy con la viejita, solitos, pero nos visitan mucho los hijos”.

Su hijo Luis Eduardo (‘Julio’) siguió con su grupo paramilitar y en 2003, salió una madrugada desde la La Unión hacia el Magdalena Medio y desde ese entonces, su familia no tiene razón de su paradero. La Policía abatió a Alfonso, otro hijo menor que Luis Eduardo. Don José cuenta cómo se siente hoy: “La muerte del hijo y la desaparecida de Luis Eduardo… al principio ni dormía, pensando nada más en eso. La viejita está bien, gracias a Dios, aunque llora mucho por cualquier cosa”.

Marleny Alzate, aunque acompaña el dolor de sus padres, dice que desde que desapareció Luis Eduardo, pudieron volver a San Luis a vivir tranquilos. “Todos salimos como de ese encierro”.

Consuelo cuenta que si bien Camilo se salvó, el secuestro lo afectó. Se retrasó en sus estudios, y siempre se sentía inseguro. Ella lo envió a donde un familiar en Barranquilla. “No se adaptó por allá y entonces me lo traje”. Camilo se quedó en San Luis. La gente le decía que se fuera, pero ella se quedó y aún hoy trabaja en el Hospital Municipal.

Quienes fueron secuestrados gozan de una relativa calma, que no ha sido la misma de sus victimarios. A este par de hombres a quienes los unía “su espíritu mesiánico”: ambos querían salvar a su región, desde la Revolución el uno, y liberándola de la plaga de la Subversión, el otro, como también su amor desmedido por su tierra -como antioqueños que se respeten-, también los unió el infortunio.

El papá de Camilo, el guerrillero ‘Byron’, fue capturado en el 2005 en Manizales y espera por su condena en una cárcel de máxima seguridad en Bogotá. Consuelo, olvidando todos los problemas que le ha causado ser su ex esposa, al enterarse de su captura, fue a visitarlo a la cárcel.

Don José Alzate también olvidó ya lo sufrido y no le guarda rencor a ‘Byron’. “Lo tengo perdonado. Entiendo que lo del secuestro fueron cosas de la guerra y si me lo encontrara a José Mejía charlaría con él -dice convincente y hasta exaltado- . Pero está lejos”.

Consuelo rememora que unos meses después de lo acontecido, ‘Julio’, fue a su casa a disculparse.

-Primita, ¿usted me tiene miedo?, le preguntó con naturalidad.

Como ella no respondió, Luis Eduardo volvió a la carga con una sonrisa:

-Pues entonces, si no, venga y regáleme tinto con arepa.

“Si volviera a pasar muchas arepas más me le daría”, dice Consuelo, siete años después, en la sala de su casa. “! Imagínese que hasta le mandó saludes a Byron, que él lo quería mucho!”.




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Paramilitares Amenazan a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó

Bogotá, Prensa CODHES, Agresión de presunto grupo paramilitar contra un miembro de esa comunidad generó desplazamiento de cinco familias.
Desde ayer permanecen en el casco urbano de Apartadó, Antioquia, cinco familias de la vereda La Esperanza, de ese municipio, que se vieron obligadas a huir de sus viviendas tras las amenazas de muerte recibidas de parte de un supuesto grupo paramilitar que detuvo a Jairo Berrío Arango, uno de los habitantes de ese paraje.

Según relató Berrío a los medios de comunicación, cerca de 50 hombres uniformados y portando armas largas, lo detuvieron, lo obligaron a desnudarse y le apuntaron con un arma en la cabeza, pero cuando se disponían a asesinarlo apareció su padre quien pidió que no lo mataran. A cambio de su vida el grupo le exigió a Berrío y a su familia irse de la vereda junto con otras cuatro familias.

Este es solo uno de los episodios que vienen denunciando los voceros de la comunidad de paz de San José de Apartadó, quienes aseguran que el rearme de grupos paramilitares en la zona rural de ese municipio antioqueño y en general en todo Urabá es inminente y sus vidas están nuevamente en peligro.
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senadora colombiana denunció que los paramilitares de su país están amenazando en España y otros países de la UE a los grupos defensores de los de

Madrid, 12 nov (EFE).- La senadora colombiana Gloria Inés Ramírez denunció hoy que los paramilitares de su país están amenazando en España y otros países de la UE a los grupos defensores de los derechos humanos que abogan por una solución negociada al conflicto de Colombia.
Ramírez, presidenta de la Comisión de Paz del Congreso colombiano, participó en Madrid en la presentación de la Memoria de la II Plenaria Internacional por la Paz en Colombia, celebrada hace un año en la capital española.

Se trata de un libro en el que aparecen las principales ponencias y conclusiones de ese foro, celebrado simultáneamente con la I Asamblea Internacional de Mujeres por la Paz, los Derechos Humanos y contra la guerra en Colombia.

La congresista, que hizo un repaso de la "tragedia humanitaria" que vive Colombia desde hace más de medio siglo y que ha costado miles de muertos, aseguró que las amenazas del grupo paramilitar "Águilas Negras" circula por Internet y apuntan a grupos pacifistas y defensores de los derechos humanos de España, el Reino Unido, Italia y Francia.

Ramírez dijo que la amenaza se puede ver en su 'blog' de Internet (senadoragloriainsramirez.blogspot.com) y consideró que se trata de un asunto "muy grave" porque "supone la extensión de las Águilas Negras de Colombia a los países que trabajan por hacer visible lo que ocurre en torno a los derechos humanos en Colombia".

La senadora expresó su opinión contraria a la política del presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, "incondicionalmente fiel" a la política antiterrorista de Estados Unidos y en virtud de la cual -explicó- "en Colombia no hay conflicto interno sino una amenaza terrorista".

Para el actual Gobierno de Colombia, según Ramírez, los paramilitares no nacieron "bajo el patrocinio del Estado, sino como reacción de algunos sectores de la sociedad ante los desmanes de la guerrilla, y la alternativa de los guerrilleros es rendirse o ser aniquilados por la fuerza".

Ante estas premisas "se puede comprender que el logro de la paz (en Colombia) es una empresa compleja", Dijo Ramírez, pero reiteró que seguirá batallando desde su grupo político (el Polo Democrático Alternativo -PDA-) "porque consideramos que Colombia se merece una suerte mejor".

Gloria Inés Ramírez describió la violencia que azota a Colombia desde hace años como "una constante vergonzosa para nuestra patria" y añadió que esta "se ha extendido con la política de seguridad democrática" del Gobierno de Uribe Vélez.

"Muchos autores materiales de crímenes son desconocidos y otros se conocen pero los protege el manto de impunidad de la Ley de Justicia y Paz", dijo.

En cuanto a los actores intelectuales, la senadora citó, "como ya es sabido" al Estado, a la fuerza pública, a organismos de seguridad, a funcionarios, "empresas nacionales e internacionales, ganaderos, terratenientes, comerciantes y políticos reaccionarios y corruptos pertenecientes en su inmensa mayoría a las filas del uribismo".

La presidenta de la Comisión de Paz del Congreso colombiano afirmó que "no hay ningún caso en el mundo en el que un número tan alto de congresistas y ex altos funcionarios del Estado ligados al Gobierno estén procesados o en la cárcel por sus vínculos con las bandas paramilitares y mafiosas".

La senadora expresó también su convencimiento de que la salida al conflicto que vive Colombia "tiene que ser política" y que "pasa por el acuerdo humanitario".

En su opinión, es necesario trabajar para que dialoguen las partes enfrentadas. "Los acuerdos no se hacen con los socios sino con las contra-partes", el Estado y los grupos guerrilleros, aseguró Gloria Inés Ramírez.

La congresista abogó por la entrada de Colombia "en la senda de una posibilidad distinta a la de la guerra que es lo único que el Gobierno propone.
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"El Congo un agujero negro humanitario"

Ginebra, 11 nov (EFE).- Las agencias de Naciones Unidas que están intentando ayudar a la población civil que huye de los combates en la República Democrática del Congo (RDC) definieron hoy la situación en el terreno como un agujero negro humanitario.
"La situación es muy preocupante, la ayuda es cada vez más necesaria, y en cambio, en algunas zonas, se han tenido que suspender las acciones por culpa de la intensificación en los combates, como en Rutshuru o el Sur de Lubero, lo que ocurre es un auténtico agujero negro humanitario", afirmó Elisabeth Byrs, portavoz de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).
La suspensión de las actividades humanitarias impide que se distribuya a los desplazados internos comida, agua y material para refugiarse.

De hecho, la región de Rutshuru-Kiwanja está sin asistencia humanitaria desde el 29 de octubre, a excepción del trabajo que realiza Médicos Sin Fronteras en el hospital de Rutshuru.

En el resto de la región de Kibu del Norte -donde desde hace semanas se enfrenta el ejército con las fuerzas rebeldes tutsis- "la situación se mantiene un poco más calma, algo que hace temer un recrudecimiento de los combates", agregó Byrs.

El Programa Mundial de Alimentos (PAM) se mostró "absolutamente preocupado" por la falta de acceso a diversas zonas del país, y recordó que para hacer frente a la catástrofe humana en los próximos cinco meses, son necesarios 61 millones de dólares.

La Alta Comisaria de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) definió la situación como "volátil" y se mostró especialmente preocupada por la suerte de 65.000 desplazados internos que viven en los dos campos de Kibati, dado la cercanía de los combatientes.

Asimismo, denunció los constantes desplazamientos de personas en los alrededores de Rutshuru y Kanyabayonga, "donde el acceso es imposibles por la continua inseguridad", dijo el portavoz de la institución, Ron Redmond.

Se calcula que hay más de un millón de desplazados internos en el nordeste del país.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mayor preocupación es que se propaguen los casos de cólera, que ya comienzan a hacer estragos entre los hacinados de los campos de refugiados, dado que no tienen acceso a agua potable.

Unicef no sólo está haciendo hincapié en la lucha contra el cólera, sino que ha emprendido una campaña de vacunación de menores contra el sarampión.

Las enfermedades contagiosas, como el cólera, el sarampión, la fiebre amarilla o la tuberculosis, son endémicas en el país, que cuenta con uno de los niveles más elevados del mundo de muertes materno-infantiles.

Por otra parte, Unicef ha especificado que por el momento no se han detectado nuevos movimientos de reclutamiento infantil, tras las denuncias de la semana pasada. EFE
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La masacre de Segovia

El Espectador
Veinte Años Despues De La Masacre de Segovia, en la que paramilitares al servicio de Fidel Castaño, conocidos como el grupo Muerte a Revolucionarios del Nordeste —MRN— asesinaron a 43 personas y dejaron 53 heridos, los habitantes del municipio minero del nordeste antioqueño no saben si recordar los hechos o permanecer en sus casas.

Nuevos grupos de paramilitares, pese a la tragedia del 11 de noviembre de 1985 y las otras muchas incursiones violentas en las que se siguió hostigando a la población, controlan el orden social del municipio que por mucho tiempo ha sido uno de los epicentros de la confrontación de diversos grupos armados ilegales. En palabras de un segoviano, “no ha aparecido el primer sastre del mundo que le haga un traje al miedo”. Las víctimas exigen verdad y justicia, pero no saben siquiera si les es posible evocar a sus difuntos sin que las ‘Águilas Negras’, por estos días dueños y señores del espacio público, lo consideren una afrenta.
Video de la Masacre de Segovia

La masacre de Segovia puede ser considerada, por muchos motivos, un caso emblemático en la historia reciente de la violencia colombiana. Orientada a liquidar la competencia política, la masacre perpetrada por los paramilitares de Castaño tenía por objetivo exterminar a los dirigentes políticos de la Unión Patriótica que con anterioridad, en las elecciones de marzo de 1988, habían ganado las elecciones en algunos de los municipios antioqueños. La intolerancia hacia el partido político de izquierda que recién surgía del proceso de paz suscrito por el presidente Belisario Betancur y el grupo guerrillero de las Farc llevó, como se sabe, a su total exterminio.

En la masacre, como en tantas otras perpetradas por los paramilitares, la complicidad con las fuerzas del orden fue absoluta. Pese a que el entonces comandante de la XIV Brigada, general Raúl Rojas Cubillos, les atribuyó el ataque a las Farc y el Eln, con el tiempo se pudo comprobar que la Policía se encerró en el Comando ubicado en la plaza central y el Ejército Nacional se acantonó en las instalaciones de la base del Batallón Bomboná. Ni los unos ni los otros acudieron a proteger a la población y, por el contrario, hubo participación activa a partir del apoyo logístico y táctico.

Veinte años después y aun cuando inicialmente algunos oficiales fueron destituidos por su participación en los hechos, en materia judicial la norma sigue siendo la completa impunidad. Es más, posteriores masacres, como la del 22 de abril de 1996, en la que 14 personas fueron asesinadas y dos más fueron secuestradas tras ser señaladas de colaborar con la guerrilla, son también masacres perpetradas para acallar las voces de las víctimas de los hechos de violencia iniciales. En ese sentido, el abogado de las víctimas, Tarcisio Roldán, posteriormente fue asesinado en su apartamento en Bogotá junto a su esposa.

La masacre de Segovia, que el entonces gobernador de Antioquia, Antonio Roldán Betancur, calificara como “la más vergonzosa manifestación de violencia” registrada en el departamento en las últimas décadas, es un caso emblemático de intolerancia, complicidad de las fuerzas del orden e impunidad. Como en tantas otras masacres, es posible que la situación siga siendo la misma. Más ahora que nuevos grupos de paramilitares ejercen la autoridad que le corresponde al Estado colombiano.

La palabra la tienen, para las víctimas y sus familiares, comisiones como la de la Memoria Histórica que con su arduo trabajo de reconstrucción académica consiguió que la masacre de Trujillo, en el Valle del Cauca, volviera a dar luces de que la impunidad, aun si se trata de juzgar militares, no será tolerada.


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