¿Cómo debería ser una política de Estados Unidos para estar más del lado de la verdad, justicia y una reparaciónintegral para las víctimas de la violencia
paramilitar—y para todas las víctimas? Los motores para que la verdad, la justicia
y la reparación sean una realidad no están fuera de Colombia—sino dentro de sus propias fronteras. Las víctimas que están reclamando justicia a viva voz aún a riesgo de sus vidas, las comunidades indígenas y afro-colombianas y las asociaciones de desplazados que están organizándose para lograr la devolución de sus tierras, los infatigables defensores de derechos humanos que denuncian abusos a los derechos humanos y acompañan a las víctimas y comunidades que están en riesgo, los jueces de la Corte Suprema y la Corte Constitucional que se ciñen a una interpretación fiel del derecho, el personal realmente dedicado de la Fiscalía, de la Procuraduría General de la Nación y la Defensoría del Pueblo, la pequeña franja de políticos que condenan el escándalo de la parapolítica, algunos periodistas resueltos.... la política de Estados Unidos puede elegir dar su apoyo a todas estas voces. Este respaldo puede y debería incluir financiación destinada a mejorar la justicia y proteger y brindar asistencia a las víctimas, pero las palabras—los esfuerzos diplomáticos estadounidenses—tienen igual o mayor importancia.
Esta clase de diplomacia internacional es crucial pues en algunos sectores de la sociedad colombiana aún sigue muy arraigada la convicción de que los paramilitares fueron un mal menor necesario—o incluso héroes—para poder hacer frente a la guerrilla. Estas actitudes de la sociedad deben cambiar si se quiere cerrar este ciclo de violencia.
Los cambios introducidos en el Congreso de Estados Unidos en 2007 para aumentar la asistencia para el sistema judicial, la asistencia para el desarrollo y la asistencia para las víctimas, dejan ver una tendencia positiva, y muchos de los programas de asistencia que se mencionan en estas recomendaciones ya comenzaron a ser ejecutadas por la USAID y el Departamento de Justicia. Pero estas tendencias deben perdurar en el tiempo y consolidarse, y deben estar sistemáticamente plasmadas en el mensaje diplomático de máximo nivel.
Finalmente, el deseo de un tratado de comercio que tiene la Administración no debe eclipsar su diplomacia por la democracia y los derechos humanos. Si el gobierno de Estados Unidos dedica sus mejores esfuerzos a una campaña publicitaria que vende a Colombia como un caso de éxito maravilloso, no hay forma de poder transmitir y llegar con un mensaje fuerte de derechos humanos.