10 mayo, 2016

Reactivación: La tregua de los 90 (1992-1996)

Luego de la desmovilización y los procesos de paz con los grupos guerrilleros del EPL y el M-19 a comienzos de la década de los noventa, las autodefensas se someten por primera vez a la justicia y decretan una tregua. Sin embargo, regresarían a mediados de esta década con una estructura más poderosa y violenta.

En la administración de Cesar Gaviria (1990-1994), las autodefensas, que habían crecido de la mano del narcotráfico, se sometieron a la justicia y en varias regiones hicieron entrega de armas, acogiéndose a los decretos 2047 y 3030 de 1990 y 303 de 1991, que contemplaban reducción de penas de la mano con una confesión voluntaria. En este momento, fueron tres los grupos que se sometieron a la justicia: un reducto compuesto por cerca de 200 hombres del grupo de Rodríguez Gacha en Pacho (Cundinamarca), el que actuó en Puerto Boyacá, al mando de Ariel Otero, con cerca de 400 integrantes y el de Fidel Castaño que entregó 600 fusiles, así como varias haciendas en su zona de influencia en Córdoba y Urabá.
En consecuencia, a partir de 1992, se observa una importante reducción de los asesinatos de civiles, atribuidos a las autodefensas en los años anteriores.
Pese a que la reducción de las víctimas de la violencia organizada es marcada, los asesinatos cometidos por la guerrilla comienzan a recaer en dirigentes y militantes del movimiento Esperanza, Paz y Libertad, quienes se hallaban en proceso de desmovilización fruto de las negociaciones entre el gobierno y el Ejército Popular de Liberación (Epl). Estos hechos se concentraron en Córdoba y Urabá.
Pese a los grandes esfuerzos realizados en los primeros años de la década del noventa para lograr la desintegración de las estructuras más poderosas y con mayor cubrimiento territorial, los grupos paramilitares tuvieron un nuevo impulso.
Fue así como, con posterioridad a la muerte de Pablo Escobar en 1993, las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu), bajo el mando de Fidel y Carlos Castaño, comenzaron a registrar una significativa expansión, con el apoyo de desmovilizados del Epl, asediados en ese momento por las Farc y la disidencia de Francisco Caraballo.
Entre tanto, los grupos del Magdalena Medio, pese a haber protagonizado actos de dejación de armas, no se desactivaron, optaron por frenar su expansión, -excepto en el sur del Cesar-, no llamar la atención con actos de violencia y, ante todo, defender territorios fundamentales para el narcotráfico.
En el gobierno Samper 1994-1998 la avanzada liderada por las ACCU se manifiesta, inicialmente, en el norte de Urabá. En 1995 se lleva a cabo la entrada al eje bananero y en 1996 la expansión al Atrato, Occidente y Oriente antioqueño y Nudo de Paramillo, junto con el inicio de acciones en Sucre, Magdalena y Cesar.
Hacia finales de 1996, el avance de las autodefensas se traduce, por una parte, en que las guerrillas registran pérdidas territoriales muy significativas y, por otra, en que estos grupos tienen que concentrar mayores esfuerzos para contener a las estructuras de signo contrario.
En este contexto, tanto los paramilitares como las guerrillas, en competencia por el dominio del territorio, convirtieron a la población civil en blanco de su acción, dando una clara demostración del alto nivel de degradación que comienza a experimentar el conflicto armado.
Fuentes:
  • Comisión Verificadora de los Actores Violentos en Urabá (1995), "Informe Final", Apartadó, pp 37-40 y Fernando Cubides, Ana Cecilia Olaya y Carlos Miguel Ortiz (1995) "Tendencias en el Desarrollo Municipal y Violencia en Colombia", Cap. 3. Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá.
  • Gustavo Salazar, (1999). Paramilitarismo: una aproximación a sus orígenes y evolución 1980 – 1999, Bogotá, Presidencia de la República.
Tags: Colombia • paramilitarismo • victimas • conflicto armado • justicia •autodefensas • paramilitares • epl • m-19


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30 años de barbarie paramilitar

Las Autodefensas nacen en el Magdalena Medio, se consolidan bajo el mando de los hermanos Castaño en Urabá y logran su mayor auge y expansión a finales de la década de los 90 bajo una sombra de masacres, desplazamientos y la financiación del narcotráfico. Esta es la historia del paramilitarismo en Colombia de los últimos 30 años.

El 19 de febrero de 2005 el recién nombrado comandante general de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) Ramón Isaza Arango relataba, dese su punto de vista, lo que había sido el nacimiento del fenómeno paramilitar:
“Un 22 de febrero del año 1978, hace ya 27 años, a la vereda la Estrella, del Corregimiento La Merced o Las Mercedes, como se le conoce comúnmente, en aquel entonces jurisdicción del Municipio de San Luís (Antioquia), hoy de Puerto Triunfo, incursionó una patrulla del noveno frente de las FARC, esta vez con órdenes específicas de asesinar a varias personas, a quienes acusaban de colaborar con el ejército, y como retaliación, porque no les colaboraban con ganado vacuno, o porcino, o con aves de corral, con dinero o con hijos para reclutarlos.
En la lista me encontraba yo, Ramón Isaza, por ese entonces líder comunitario, concejal en San Luís, en representación de Puerto Triunfo.
 En otras ocasiones habían llegado, las primeras, a manera de visita informativa, luego a que se les colaborara con animales o dinero, más tarde se llevaban los animales, o los mataban ahí mismo sin informar siquiera. 
Esto había sembrado el descontento entre los habitantes de la vereda y algunas medidas que se tomaron hacían prever que alguna de esas visitas tendría un desenlace fatal. Analizando eso en conversaciones que tuve con los vecinos, decidimos buscar ayuda y agruparnos para defendernos, para defender la vereda. Como ya se habían contactado en otras oportunidades con el ejército, decidimos entonces ir a buscar ayuda, esta vez, no para que mandaran patrullas hasta la vereda, sino para que nos dieran armas para nosotros mismos hacerles frente, en caso de algún ataque que no diera tiempo de avisar.

En la base Calderón, ubicada cerca a Puerto Boyacá, con otros amigos expusimos la situación al Comandante de la base y luego de mucho hablar y recibir algunas instrucciones, nos entregaron 8 escopetas, de varios calibres, con suficientes cartuchos, ellas no en muy buen estado, porque eran de las decomisadas a las personas que no tenían permiso para portarlas, las cuales repartimos entre quienes nos habíamos comprometido a conformar este grupo para autodefendernos y no sufrir más el chantaje, la intimidación y el saqueo a que nos estaban sometiendo y que menguaba gravemente la economía de nuestros hogares.” (Descargar carta de Ramòn Isaza en PDF)
Isaza recordaba las consecuencias de las disposiciones adoptadas por el Decreto Legislativo 3398 de 1965 de diciembre 24 – “por el cual se organiza la defensa nacional”-, convertidas en legislación permanente con la Ley 48 de 1968 (diciembre 16), que en uno de sus apartes señalaba que “El Ministerio de Defensa Nacional por conducto de los comandos autorizados, podrá amparar, cuando lo estime conveniente, como de propiedad particular, armas que estén consideradas como de uso privativo de las Fuerzas Armadas”. 
De este modo, bajo el amparo de esta ley, las Fuerzas Militares tuvieron un aval para proveer de armas a los particulares y con ello frenar cualquier brote de inconformismo social o amenaza subversiva. Fue en la zona del Magdalena Medio, en el municipio de Puerto Boyacá, donde este modelo fue cristalizado y perfeccionado por primera vez.
Si bien este antecedente marca un hito importante dentro de la historia del paramilitarismo, progresivamente otro tipo de factores influyeron en su expansión y transformación: el narcotráfico, el ascenso de nuevos poderes políticos regionales, la radicalización de ciertos sectores de las fuerzas militares y desde luego la extralimitación de los grupos guerrilleros, le dieron todas las razones a la dinámica paramilitar a nivel nacional.
La siguiente división histórica corresponde a un análisis del fenómeno paramilitar en Colombia, su objetivo primordial es dotar al lector de un contexto básico que permita entender el proceso, no definir de forma tajante el desarrollo del mismo:
El comienzo(1981-1991)
Reactivación(1992-1996)

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