A cuatro horas de Picalojo, en El Retorno, una madre está desconsolada porque hace tres meses las Farc le quitaron a su hijo de 12 años. Una miliciana visitó varias veces la vereda donde vivían, se reunía con los niños y fue haciendo amigos entre ellos. "Les llevaba dulces, cartillas, almuerzos -cuenta la madre-. Quería reclutarlos, les enseñaba que las Farc eran la mejor opción y muchos chiquitos pensaron que les estaban prometiendo el cielo y se fugaron con la guerrillera. Otros se los llevaron a la fuerza". Decidió que lo mejor era salir de la zona con sus cuatro hijos pero no alcanzó a salvarlos a todos. "Vinieron por el mayorcito -relata entre lágrimas-. Cuando se iba me miraba como diciéndome: 'Mami, ¡ayúdame!'. No pude hacer nada y ahora rezo para que no me lo maten".
'In crescendo'
Reclutamiento paramilitar
Los indígenas
Crimen de guerra
Según un informe de la Iglesia católica, más de 500 menores de zonas rurales de Meta, Guaviare, Putumayo, Caquetá, Arauca y Vaupés fueron reclutados a la fuerza por las Farc en el último año. Y la situación se repite en Nariño y Cauca, donde las autoridades sostienen que "Están haciendo un ejército de niños". Los infantes son obligados a realizar tareas como ubicación de tropas regulares, armar y desarmar pistolas y revólveres, montar guardia en campamentos y combatir contra el Ejército. El reclutamiento de niños no es nuevo, viene dándose en forma sistemática y masiva, pese a que es un crimen de guerra por el que la guerrilla podría ser juzgada por la Corte Penal Internacional (CPI).
El promedio de edad de reclutamiento era, hasta hace poco, de 12,9 años, pero Christian Salazar, director en Colombia de la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, constató en una visita reciente a Guaviare y Caquetá que la edad de reclutamiento de niños está bajando. "Estamos hablando de menores de 12 años y de una edad promedio de 11,8 años -dice-. La guerrilla llega a comunidades y pide un hijo por familia, y por eso a finales del año pasado el reclutamiento fue una de las principales causas de desplazamiento porque los padres no quieren que se lleven a sus niños".
Un reciente informe de Codhes lo confirma: "El reclutamiento forzado está cambiando la dinámica del conflicto y los desplazados ahora temen represalias por no entregar a sus hijos a la guerra". Y según el informe Prisioneros combatientes (2008) de la Organización Internacional de las Migraciones, dirigido por la consultora Natalia Springer, "Si antes la población desplazada era la que usualmente servía a los grupos armados porque le quitaban los niños para sus propósitos, ahora tenemos el efecto contrario: desplazados huyendo para evitar que se lleven a sus niños".
'In crescendo'
Hace tres años, las autoridades calculaban entre 6.000 y 11.000 el número de niños combatientes. Hoy la cifra podría estar entre 14.000 y 17.000 menores, la mitad de los cuales estaría en las filas de las Farc, según un informe del Tribunal Internacional sobre la Infancia afectada por la Guerra y la Pobreza, publicado hace tres meses, en el cual Colombia figura en el quinto lugar de los países donde los grupos armados reclutan más menores de 17 años. "Uno de cada cuatro combatientes es un niño -afirma Sergio Tapia, fiscal del Tribunal-. Están utilizando niños hasta de seis años para trabajos de inteligencia, siembra de minas antipersona, transporte de explosivos". Agrega que esta cifra se dispara porque "los actores del conflicto armado mutan, se transforman en bandas criminales, se retroalimentan con alianzas y operan como carteles del narcotráfico".
Según ese Tribunal, el riesgo de reclutamiento de menores no solo es muy alto en el sur y oriente del país, también en Chocó, Antioquia, Córdoba, Santander, Cundinamarca y Valle, y en zona deprimidas de las grandes ciudades. Unicef sostiene que en 31 de los 32 departamentos hay reclutamiento forzado y que, en promedio, los niños permanecen más de dos años en las filas de los grupos ilegales.
En marzo pasado, la ONU reveló en su consejo de seguridad un informe que documenta varios casos que ilustran la magnitud del problema. "En muchos casos, los grupos armados han torturado o matado a niños por haberse resistido al reclutamiento o por intentar escaparse" (ver informe completo en Recursos relacionados). La mayoría de los menores terminan en sus filas por intimidación y en menor porcentaje para buscar sustento económico, pero de todas maneras el factor común es la pobreza, la falta de oportunidades. Así lo revela el informe Prisioneros combatientes: "Más del 50 por ciento de los entrevistados reportó no tener oportunidades de acceso a la tierra, estudio o dinero". Y un informe de la Defensoría del Pueblo sostiene que las precarias condiciones económicas y sociales -violencia doméstica, abusos, maltrato, violación, imposibilidad de empezar o seguir estudios-, y factores psicológicos -influencia de otros niños, propaganda- llevan a algunos menores a "reclutarse voluntariamente, entre comillas".
Las Farc están cobrándole a la población civil los reveses militares de los últimos tres años, sostienen sendos informes de la Defensoría del Pueblo, la ONU y la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, Codhes, realizados en 2008 y 2009. "Desarrollan formas de reclutamiento individual y masivo, que incluye niños, niñas y adolescentes, para suplir bajas y deserciones -dice el informe de Codhes-. Están cobrando sus derrotas militares con la población civil, dadas las retaliaciones por supuestos o reales casos de delación o información a las autoridades".
CAMBIO recorrió varias poblaciones de Guaviare. Allí las autoridades sostienen que tres guerrilleros se desmovilizan cada día. Para suplir esas deserciones, las Farc se llevan dos niños. En Calamar, El Retorno, San José y Miraflores, la guerrilla hizo un censo en las veredas. "Tienen censados cuántos niños están en la escuela, cuántos son raspachines, cuántos adultos hay, cuánto ganan los campesinos, cuántas escuelas y hectáreas de tierra hay", le dijo a CAMBIO un líder comunitario.
Pedro Arenas, alcalde de San José del Guaviare, sostiene que "instructores milicianos tratan de llevarse 'por las buenas' a niños y adolescentes, muchachos de entre 12 y 14 años de hogares numerosos", y señala que cuando las Farc saben que hay mucha pobreza "empiezan a prometer cosas o se los llevan a la fuerza si se resisten".
También hacen visitas a las escuelas. "Los profesores tienen que 'comer callados' porque ellos no piden permiso -afirma el sacerdote Luis Grajales, director del Hogar del Niño y la Niña Adolescente que acoge a infantes desplazados que huyeron del reclutamiento-. Simplemente llegan, se presentan y les enseñan a los niños 'las bellezas de la guerra' y como por su corta edad no pueden entender el riesgo que corren, se van con ellos, y a los que se resisten y quieren quedarse, los amenazan con matarlos o con matar a sus padres o hermanos. Presionado, el niño termina con camuflado".
Pero hay historias que pocos pueden contar, que son la excepción. Es el caso del colegio José Miguel López Calle, de la vereda El Capricho, a dos horas de San José. La guerrilla intentó convencer a 100 pequeños de ingresar a sus filas, pero la directora impidió que se los llevaran. "Ella está lejos de la vereda pero los niños están a salvo porque luego del incidente todo el pueblo protestó y pidió que dejaran en paz a los pequeños y las Farc desistieron de ese propósito", relata el sacerdote.
Héctor López, defensor del Pueblo en Guaviare, dice que es imposible establecer el número de niños y adolescentes que están en las Farc. "La gente tiene miedo de denunciar y muchas mamás temen que si cuentan que su hijo está en las Farc, el Ejército las señale de auxiliadoras de la guerrilla -explica López-. Aparte de que se les llevan los muchachos, someten a las familias a la ley del silencio".
Además, queda prácticamente roto el contacto entre el menor reclutado y su familia. "Según relatos de niños que pudieron huir de las Farc, al ser reclutados abandonan hasta su identidad, les asignan un nuevo nombre o alias, y los comandantes guerrilleros se convierten en sus nuevos padres -explica el defensor-. Otros buscan de vez en cuando a sus familias, pero siguen como esclavos".
Escapar de la guerrilla es difícil y quienes logran hacerlo por lo general ya son mayores de edad que presentan graves trastornos psicológicos. Según el ICBF, hasta junio de 2009 han desertado 4.032 menores de los grupos armados, de ellos 415 el año pasado. El 27 por ciento son niñas y el 73 por ciento niños. Todos están bajo protección del Instituto. Muchos otros no han corrido con la misma suerte: en los últimos 10 años, 6.410 niños murieron en combates con el Ejército, según la Defensoría.
Para salvar a sus hijos de ser reclutados, los padres los dejan en internados o en hogares especiales que cuentan con el apoyo de Pastoral Social de la Iglesia católica, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y el Programa Mundial de Alimentos. Otros terminan en campamentos de desplazados o en casas de familiares.
"Desde hace tres años tomé una decisión con mis niños: cuando van a cumplir 10 años los subo en un bus y los mando a vivir donde familiares en Bogotá -le contó a CAMBIO una madre-. Así he salvado a tres". Para muchos padres, la separación, no volver a ver a sus hijos es lo mejor. Mientras tanto, muchas otras lloran en silencio a los hijos que les arrebataron las Farc.
Reclutamiento paramilitar
El reclutamiento de niños fue práctica común de las Auc y ahora de las bandas emergentes. "Nuevos narcoparamilitares necesitan mano de obra más barata, y la más fácil de explotar, usar y eliminar son los niños", dice el informe de Codhes. Fredy Rendón Herrera, 'el Alemán', ex jefe del bloque Élmer Cárdenas, admitió haber tenido en sus filas a 358 menores, pero sólo entregó cuatro. Decenas de familias en Turbo y Apartadó, Antioquia, desconocen el paradero de sus hijos reclutados por las Auc con mentiras. El caso está en manos del Tribunal Internacional sobre la Infancia afectada por la Guerra y la Pobreza y del consejo de seguridad de la ONU.
Los indígenas
Estos menores no escapan al problema. En Barrancón, a 20 minutos de San José, 200 indígenas desplazados de la etnia hiw (guayaberos) viven hacinados desde hace un año cuando las Farc los sacaron de la selva de Macuare. "Nos declaramos en resistencia y nos mataron a dos -cuenta Antonio, capitán de la maloca indígena-. Para que no pudiéramos salir nos rodearon con minas". En la huida explotaron minas y murieron tres niños de ocho meses, 3 y 4 años.
En Vaupés, un reporte del Consejo Regional Indígena dice que 42 menores de las 24 etnias fueron reclutados por la guerrilla. Los cubeo y los yuruti son los más afectados, con 19 y 11 casos respectivamente. "Los reclutadores abordan a los jóvenes en las fiestas de sus comunidades y les prometen zapatos, comida, ropa y dinero. En el transcurso de la noche, cuando están en la toma de la chicha, les hacen prometer el ingreso a sus filas y vuelven al día siguiente a llevarlos; en caso de negativa, amenazan a la familia".
Crimen de guerra
El Tribunal Internacional sobre la Infancia afectada por la Guerra y la Pobreza pidió a la comunidad jurídica internacional que Colombia sea el segundo proceso en el mundo sobre reclutamiento de niños -después del juicio contra el congoleño Thomas Lubanga- y que lo presente a la oficina del fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI) como crimen de guerra, según lo contemplado por el Estatuto de ese tribunal.
La petición busca prevenir los crímenes contra la Humanidad en las futuras generaciones de niñas y niños de Colombia y si la CPI decide abrir el capítulo Colombia sobre el reclutamiento de menores de edad sería histórico. El artículo 1º del Estatuto de Roma dice que la CPI está "facultada para ejercer jurisdicción sobre personas respecto de los crímenes más graves de trascendencia internacional".