02 junio, 2008

todavía es muy poco, La condiciones de reclusiones para todos los crímenes que hicieron

Cambio
DESDE SU EXTRADICIÓN a Estados Unidos el martes 13 de mayo, pocas personas han sido autorizadas por el Departamento de Justicia para visitar a los 14 jefes paramilitares confinados en las cárceles de Miami, Washington, Houston y Nueva York. Entre ellas figuran algunos abogados colombianos que la semana pasada visitaron a Salvatore Mancuso y Rodrigo Tovar Pupo, 'Jorge 40', en la cárcel del Distrito de Columbia, más conocida como D.C Jail, una de las prisiones más rigurosas de Washington, donde están recluidos criminales de alta peligrosidad.

Hasta ahora, lo poco que se sabía sobre las condiciones de reclusión era que los presos tenían celdas muy pequeñas y solo recibían sol un día a la semana. Sin embargo, uno de los abogados le contó a CAMBIO que quienes fueran los más poderosos jefes paramilitares, que gozaron de todo tipo de privilegios en las cárceles colombianas -visitas ilimitadas, Internet 24 horas, acceso a celulares, etc.- hoy viven en las más duras condiciones e incluso tienen que compartir espacio con perturbados mentales que no cesan de gritar.

Según el abogado, el día que Mancuso ingresó a la cárcel solo recibió un lápiz, un jabón pequeño de hotel barato, una crema dental y un cepillo de dientes. La diminuta celda de 2x2 metros pintada de blanco donde está confinado, tiene una cama sobre una plancha de hierro, una letrina y una repisa de cemento de 60 centímetros de ancho que le sirve de escritorio. Sin una ventana, solo una tenue luz amarilla, que no permite establecer si es de día o de noche, ilumina el calabozo. No puede saber la hora o la fecha, ni puede seguir el paso del tiempo. Los finos y costosos relojes Rolex, Cartier y Montblanc que usaba en las cárceles nacionales son cosa del pasado. "No es cierto que tiene derecho a una hora de sol -asegura el abogado-. Jamás puede ver la luz del día".

Mancuso sufre hoy serios problemas de depresión y si bien es cierto que en los dos últimos años contempló la posibilidad de ser extraditado, jamás imaginó que el régimen carcelario al que hoy está sometido fuera capaz de desestabilizarlo. No tiene contacto con otras personas y si quiere hablar con otro recluso que habla español debe hacerlo a los gritos. Entre los presos, que nunca se ven las caras, las preguntas típicas son: "¿De dónde viene?", "¿Quién es usted?", "¿Por qué está aquí?", "¿Cree que puede sobrevivir al encierro?"...

La arrogancia de los jefes paramilitares ha sido desplazada por la desesperación y el miedo a volverse locos. La situación es tan dramática, que para darse ánimo gritan en coro frases como "el encierro no nos va a enloquecer", "creamos en Dios que todo lo puede", "tarde o temprano saldremos de aquí".

Las visitas están prohibidas, no pueden ver a padres, esposas o hijos. Solo pueden ver a sus abogados una o dos horas al día, según la necesidad. Y cuando van a reunirse con ellos son esposados de pies y manos y trasladados a un cubículo de vidrio de 2x2 metros, donde son monitoreados por tres guardias que miden el tiempo de visita. "Al recluso no le puede entregar ni una chocolatina, ni un papel, nada -cuenta uno de los abogados que visitó el penal-.

Pero se respeta el derecho de los presos a hablar con sus defensores".

Mancuso, amigo de los vestidos Armani, usa ahora el uniforme color naranja típico de las cárceles de Estados Unidos. Tiene la barba crecida porque el régimen solo permite afeitarse cada 15 días, cosa que hasta la semana pasada no había podio hacer, y cuenta que desde cuando llegó a la cárcel hace 16 días, no ha podido cambiarse porque no le han entregado el otro uniforme al que tiene derecho. Únicamente puede bañarse cinco días a la semana. El resto permanece en la celda donde a veces el calor se vuelve sofocante.

El abogado que entró en contacto con 'Jorge 40' sostiene que, a juzgar por su expresión, parece mucho más fuerte que Salvatore Mancuso y que reconoce que está resignado. "No está tan furioso como estaba el día que lo extraditaron -asegura el jurista-. Y dice que tenían razón los que le dijeron que tarde o temprano terminaría confinado en una de esas celdas". Cuenta, además, que en los pocos minutos que habló con él le soltó la siguiente frase: "Voy para adelante, voy a arreglar esto lo más pronto posible".


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