21 marzo, 2009

ONG denunciaron que "varios artículos" del proyecto de Ley reguladora del Derecho al Asilo, va en contra del derecho internacional humanitario

Europa Pres- España. Varias ONG coincidieron hoy en denunciar en el Congreso de los Diputados que "varios artículos" del proyecto de Ley reguladora del Derecho al Asilo y de la Protección Subsidiaria "van en contra" de los acuerdos internacionales, como la Convención de Ginebra de 1951. Por ello, pidieron a los diputados que presenten enmiendas a este documento para "corregir las deficiencias" y "respetar las obligaciones" adquiridas por España al adherirse a los instrumentos internacionales de protección de los refugiados.

La andadura de este texto comenzó oficialmente hoy, con la celebración de una Comisión de Interior monográfica en la Cámara baja sobre la reforma de la Ley en la que participaron representantes del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), la organización de atención y acogida a inmigrantes y refugiados ACCEM, Amnistía Internacional, Médicos del Mundo y la asociación catalana ACSAR.

Así, la representante del ACNUR en España, Maricela Daniel, afirmó que si bien valora la modificación de la actual regulación del asilo en España, "hay varios aspectos que precisan una corrección en el proyecto", en conformidad con la Unión Europea y "con miras" a mantener los estándares legislativos de garantías que tiene la actual normativa nacional.

A juicio de Daniel, este proyecto de ley presenta aspectos "por debajo" de los estándares internacionales, como las causas de exclusión, que "tienen que limitarse" a los límites de la Convención de 1951. Asimismo, criticó que el texto limita el derecho de solicitar la protección internacional y excluye a los ciudadanos comunitarios, algo que, a su entender, "es contrario" a los reglamentos internacionales "que no admiten reserva de los estados parte".

"España tiene en esta reforma la oportunidad de mostrar el tipo de sociedad que quiere ser. Creemos que lejos de apostar por una bajada de estándares, el pueblo español tiene la posibilidad de mostrar la generosidad que recibieron ciudadanos españoles por circunstancias parecidas hace no mucho tiempo", aseveró la representante del ACNUR.

PREOCUPANTE, INJUSTIFICADA Y GRAVE

El coordinador de Incidencias de CEAR, Mauricio Valiente, señaló que, partiendo de la base de que los contenidos de la actual legislación española que ha regulado el derecho de asilo en España "no han generado problemas", su organización cuestiona el cambio de redacción de estas normas, que a su juicio "supone un retroceso".

Asimismo, calificó de "preocupante, injustificada y grave" la desaparición de la posibilidad de solicitar asilo en España por vía diplomática. A esto hay que sumarle la "falta de concreción" respecto a los programas de reasentamiento de refugiados, que contempla el borrador, "que son ya de un alcance inferior al de otros países de nuestro entorno".

En la misma línea, el subdirector de ACCEM, Enrique Barbero, apuntó que lo redactado en el texto sobre el derecho de asilo por cuestiones de género y de orientación sexual, calificada por el Gobierno como una de las "principales novedades", tiene que ser "mejorado", así como el procedimiento abreviado de solicitud de asilo y la reagrupación familiar, que "pueden dar lugar a grandes confusiones".

Sobre el reasentamiento para la protección de refugiados establecidos en países limítrofes al de su origen, Barbero solicitó a los diputados que presenten enmiendas para completar esta medida, que supone un "avance" en la actual legislación. "No olvidemos que estamos hablando de dar una solución a los refugiados que en la mayoría de los casos quedan en países limítrofes, pues sólo los privilegiados llegan a Europa", alegó.
PERSEGUIDOS POR ENFERMEDADES

Médicos del Mundo, por su parte, propuso, a través de su presidenta, Concepción Colomo, la modificación de varios artículos del proyecto de ley para que se incluya a las personas que huyen de sus países de origen debido a temores a sufrir persecución por padecer una enfermedad que produzca rechazo (como el albinismo); o que se proteja a las personas que en su país de origen no pueden recibir un tratamiento o atención sanitaria adecuada a una enfermedad grave.

Amnistía Internacional advirtió sobre "menoscabo" de las directivas europeas a la Convención de Ginebra y a los Derechos Humanos. En este sentido, indicó que es "especialmente preocupante" que la reforma contemple que su objeto de aplicación sean los nacionales no comunitarios porque "presupone que en todo el contexto de la UE no se puedan dar situaciones de violación de los derechos".
Asimismo, criticó la causa de inadmisión a trámite de los solicitantes de asilo procedentes de un 'país seguro', ya que existen situaciones de "especial vulnerabilidad" dentro de la UE, como la de la comunidad romaní; o que se quite el estatuto del refugiado a una persona que su presencia pueda perjudicar las relaciones bilaterales de España con otros países. "Los derechos humanos de las personas están por encima de las relaciones políticas", concluyó.


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ONU pide a Europa que imite Alemania y admita refugiados de Irak

GINEBRA (Reuters) - Naciones Unidas elogió el viernes a Alemania por admitir a 122 refugiados iraquíes vulnerables, e instó a otros países europeos a seguir su ejemplo.

Después de volar el jueves a Hanóver desde Siria, son los primeros refugiados que se movilizan a Alemania bajo un programa de reasentamiento desde el bote de vietnamitas a comienzos de la década de 1980, dijo el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

"Alemania está entregando un ejemplo muy positivo que esperamos que inspire a otros países europeos para que consideren reasentar a refugiados iraquíes durante el 2009", dijo el portavoz de ACNUR, Ron Redmond, en una reunión informativa en Ginebra.

Cada familia iraquí enfrentó persecución en su país natal, incluyendo un hombre que sobrevivió a un secuestro y una joven madre cuyo esposo fue raptado y nunca más escuchó de él, dijo.

El Gobierno alemán ha ofrecido admitir a 2.500 iraquíes de Siria y Jordania siguiendo una decisión de la Unión Europea de reasentar más de 10.000 iraquíes en el bloque en el 2009, dijo ACNUR.

Alemania le está dando prioridad a las minorías perseguidas, personas con necesidades médicas específicas y a mujeres jefas de hogar cuyas familias ya se encuentran en el país, de acuerdo a la agencia.

Aproximadamente 60.000 refugiados iraquíes vulnerables que han huido de los combates y las persecuciones necesitan encontrar nuevos hogares, con la mayoría ahora en Siria y Jordania, dijo.

Unos 17.770 refugiados iraquíes fueron reasentados en tres países el año pasado, dijo Redmond. El seis por ciento se dirigió a países europeos.

"Estados Unidos ha admitido a la mayoría", dijo. "Se espera que un número mayor sea aceptado y reasentado en el mundo este año", agregó.

Gran Bretaña, Finlandia, Francia, los Países Bajos y Suecia también están considerando la propuesta de la ACNUR de reasentar iraquíes.

Estados Unidos -- después de las críticas de Europa y la ACNUR por no reasentar a muchos iraquíes luego de su invasión de 2003 -- ha admitido a 14.860 personas desde principios de 2007. Están entre los 46.255 iraquíes cuyos casos la ACNUR ha presentado a Washington.

Los iraquíes que reunen los requisitos necesarios para ser reasentados actualmente están viviendo con seguridad relativa en Siria y Jordania, dijo Redmond.

"Pero estos son los casos más vulnerables, ellos sí necesitan ser eventualmente reasentados, en nuestra opinión. Cuando sea más pronto mejor", agregó.
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Relato de dolor, resistencia y esperanza: “En Colombia la justicia existe pero en los papeles”

Consejo Noruego para los Refugiados. Víctima del desplazamiento forzado en dos ocasiones, hace parte de las miles de mujeres que han sufrido los horrores de la guerra en su propio cuerpo. Hoy, a sus 35 años, esta guajira ha reconstruido su proyecto de vida desde el liderazgo a favor de los derechos de la población en situación de desplazamiento y la reparación integral para las víctimas del conflicto en el departamento del Magdalena. Recientemente, participa como tutora comunitaria en el programa de Educación Integral para Adultos del Consejo Noruego para Refugiados en el departamento. Es María Choles y esta es su historia.

Soy María, pero todo el mundo me dice Chole. En los años 80’, en la época de la bonanza de la marihuana, asesinaron a mi abuela en la Guajira y tuvimos que desplazarnos. Llegamos al municipio de Zona Bananera, en el departamento del Magdalena. Allí trabajábamos en el campo. Pero en el año 2000, los paramilitares asesinaron a un tío y dos primos, nos amenazaron y nos tocó salir otra vez desplazados. Llegamos a Santa Marta con los trapos que traíamos puestos, mis dos hijos, mi compañero y con cuatro meses de embarazo. Tenía 27 años. Fue duro porque, cuando se trata de muertos y de violencia, la gente por más amiga, le cierra las puertas. Los primeros días, familiares de mi compañero nos dieron alojamiento. Después dijeron que se hacía mucha comida, que el gas y la luz llegaban muy caros. Buscamos una piecita y comencé a hacer dulces de coco, leche y papaya para vender. Mi compañero arreglaba pescado en el mercado por $500. Con eso comprábamos arroz y aceite para dar algo de comer a los niños.

El hijo mayor –que estaba en quinto de primaria- se atrasó porque no podíamos pagar la matrícula y en ningún colegio lo recibían. Una vecina me dijo que declarara que era desplazada para que me ayudaran. Fui a la Defensoría del Pueblo pero me dijeron que, para darme el código, los asesinados tenían que ser mis hijos, hermanos o padres. En la Personería sí me aceptaron. Pensaba que me iban a ayudar rápido. Pero comencé el calvario por el que pasan todas las familias desplazadas: ir todos los días a pedir la ayuda humanitaria de emergencia y, de ahí en adelante, exigir a la brava los beneficios a los que uno tiene derecho.

La realidad…

La población desplazada en Santa Marta vive muy mal. La mayoría está en las partes altas de los cerros y, en tiempo de lluvia, se derrumban las casas. Hay una población grande que vive a la orilla de la línea férrea y es peligroso cuando pasa el tren. Hay muchas enfermedades porque en estos sectores no hay pozos sépticos. Deben tirar el excremento o quemarlo al aire libre. Hay brotes y epidemias todo el tiempo. Y no hay acceso a salud. Porque el problema no es tener un carné que certifique que uno está en el régimen subsidiado. Es que en verdad se brinde la atención. Muchos centros de salud han sido cerrados en los barrios y los pocos que quedan no dan abasto.

A pesar de que el Alcalde sacó un decreto para que la población desplazada sólo pague 10 mil pesos por la matrícula de los niños, los directores de los colegios piden más. Los niños se están quedando sin estudio porque las mamás no tienen cómo matricularlos, no tienen para los uniformes y los libros. Los jóvenes no pueden estudiar y trabajan de manera informal, en el mercado público o vendiendo bolsas. Se está viendo la prostitución y el vandalismo.

Los desplazados sobreviven como pueden. Cada quien se busca su sustento vendiendo tinto, bolsas, dulces. Con los programas de generación de ingresos tenemos dificultades. ¿Cómo crea una persona una microempresa con $800.000 o $1’500.000? Además, deben registrarla en Cámara de Comercio y eso genera gastos. La Alcaldía y la Gobernación deberían avalar los proyectos para garantizar que realmente generen ingresos estables. Pero apoyar a una persona para vender tinto en la calle o comida en una carretilla, la misma Policía los corretea. No son proyectos para vivir con dignidad.

El subsidio que dan para vivienda tampoco sirve. Aunque es una ayuda es un martirio cuando lo otorgan porque no cubre las necesidades. Son $10’842.500 pesos, pero dónde consigue uno en Santa Marta vivienda digna -como lo exige la ley- con esa plata, si además no hay proyectos especiales de vivienda para desplazados, no hay terrenos para comprar. Aunque deberían hacer una investigación porque uno ve personas registradas como desplazadas que tienen hasta tres viviendas gracias a los subsidios. Deberían cruzar las bases de datos de instrumentos públicos, Notarías y registros. Ahora, el gobierno dice que en el Magdalena estamos en postconflicto. Pero nosotros sabemos que no. Después de las desmovilizaciones de las autodefensas, siguen los muertos y los desplazamientos. ¿No se dan cuenta que la prostitución la están ejerciendo mujeres desplazadas porque no tienen como darle un plato de comida a los hijos? El gobierno sabe lo que está sucediendo pero lo niega para no atender a la población. No sólo a la desplazada; también a la población vulnerable que ha tenido que hacerse pasar como desplazada por necesidad. A uno le dicen: “Yo le pagué a fulano de tal para ingresar al Registro”. Muchas veces son líderes asociados con funcionarios. En últimas, todos somos víctimas del abandono del Estado. Nos ponen a competir desde la necesidad y terminamos peleando entre pobres.

También es duro ver que a los victimarios ahora les pagan un sueldo. Uno piensa: ¿Qué sucede que premian a los victimarios y las víctimas están pasando hambre? ¿Será que la población desplazada tendrá que armarse con machete, pala, azadón y pico -que es lo que sabe tener en sus manos- y luego desmovilizarse y entregar esas armas para poder acceder a los beneficios?

El tesón de persistir

A pesar de tantas leyes todavía no han dicho cuándo es que le van a cumplir a la población desplazada. Cuándo es el límite de tiempo. Y entre más esperen, más desplazados habrá y será una historia de nunca acabar. Por eso un grupo de organizaciones hemos decidido hacer talleres en los barrios. Hablamos con la comunidad sobre sus derechos en educación, vivienda, salud, generación de ingresos, seguridad alimentaria. Es importante que la población conozca sus derechos. Muchas veces uno forma el escándalo en la institución y lo echan sin lograr nada. Hay que exigir desde los argumentos. Si uno sabe cuales son sus derechos, hace la petición conforme a la ley y, si no se la aceptan, acude a mecanismos como la tutela. Aunque ahora hay desacato y no pasa nada. Ya ni siquiera la tutela funciona. Muchas veces los funcionarios le dicen a uno: “A mi la ley me vale huevo”. El Magdalena ha sido uno de los departamentos más golpeados por el conflicto. Aquí la ley no existe. Los funcionarios están acostumbrados a no cumplir la ley. Además, ser líder mujer, desplazada y afro, es duro. Las puertas de las instituciones difícilmente se abren. Uno siente la discriminación: “Ya llegó la negra desplazada”, me dicen. Pero ya me acostumbré y no me lo tomo a pecho.

Por eso fue tan linda la experiencia de organizar la Audiencia de seguimiento a la T-025 con la Corte Constitucional. Me llenó de orgullo estar al lado de esos magistrados que han venido dando una pelea grande por la población desplazada. Algunas instituciones nos decían que íbamos a sapear, que los estábamos acusando. Pero lo único que uscábamos era que la Corte conociera la realidad de cómo se ha venido atendiendo a la población desplazada, cuáles han sido los beneficios reales, cuáles los derechos vulnerados. Las instituciones decían que toda la población ha sido atendida. Pero otra cosa vemos los líderes que estamos metidos en las comunidades todo el tiempo.

Fue una experiencia dura. Antes de entrar a la audiencia, pensaba: “Señor, dame fuerzas. No quiero volver a salir corriendo”. Sentí miedo. Lloré mucho. Pero me recogí las lágrimas y pensé: “Si no lo hago yo, junto a mis compañeros… ¿entonces quien?”. Fue una oportunidad para decir lo que en verdad estaba pasando y dar recomendaciones. Recuerdo las caras de los funcionarios: pálidas, largas, arrugadas. Fue un logro muy grande. Cuando la Corte Constitucional después sacó otro Auto a nivel nacional sentimos que, desde nuestro trabajo, pudimos ayudar a los desplazados de todo el país. Lástima que los magistrados se van porque no sabemos los que vienen cómo serán…

Ahora estoy participando en un proyecto del Consejo Noruego para Refugiados y la Universidad Nacional Abierta y a Distancia-UNAD para alfabetizar adultos desplazados y vulnerables. Es mucha la población que, en pleno siglo XXI, aún es analfabeta. Es lo que debería ver el presidente Uribe: invertir más en educación y menos en la guerra. Es un proyecto lindo porque es desde los líderes hacia la comunidad. Tengo 18 alumnos –tres hombres y 15 mujeres-. La más joven tiene 34 años y la más viejita 72.

Me divierto porque la metodología de trabajo es diferente. No es con cartillas, ni salón de clase, ni recitando tablas de multiplicar. Aprenden jugando, por ejemplo, con parqués o dominó, suman o restan. Hablamos, por ejemplo, sobre la sana convivencia y temas relacionados como violencia intrafamiliar, violencia sexual y violencia contra los niños. Les enseñamos cuales son sus derechos y cómo ejercerlos. Aprenden a leer y escribir hablando. Por ejemplo, inicio con una frase: “¿Para ustedes qué es la violencia intrafamiliar?”. Alguien responde: “Es cuando el hombre golpea a la mujer”. La palabra generadora es “golpear”. Trabajamos la letra G y buscamos palabras que empiecen con esa letra. Y así van aprendiendo. Las clases son en mi casa, de 2 a 5 de la tarde. Me dicen “seño Chole” y me da risa. Todo el tiempo aprendo de ellos. El que no sepan leer ni escribir no significa que no tengan nada que enseñar. Y uno siempre tendrá cosas por aprender…

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El Bachillerato de Paz del Consejo Noruego para Refugiados en Santa Marta: “Ser joven aquí es difícil”

Consejo Noruego para Refugiados. A los 14 años, Yerson D’Avila salióhuyendo para evitar el reclutamiento de la guerra. Hoy, junto con su compañera Shirly Cabarcas, hacen parte de los 161 jóvenes beneficiarios del Bachillerato Pacicultor, modelo educativo que el Consejo Noruego para Refugiados implementa desde el 2006 en Santa Marta para brindar a jóvenes en situación de desplazamiento y vulnerabilidad que no acceden al sistema educativo formal, una oportunidad para la vida desde la educación para la paz.
Vengo de Santa Rosa de Lima. Salí desplazado en el año 2000. Una noche mi papá me embarcó con mi hermana en un bus a escondidas porque los grupos armados se estaban llevando a dos personas de cada familia. En Santa Marta nos esperó otra hermana. Yo tenía 14 años. Nunca había venido a la ciudad. Lo que más me impresionó fue el mar. Cuando venía en el bus lo vi por primera vez. Grande y bonito… En el pueblo ordeñaba en la madrugada, estudiaba en la mañana –tercero de primaria- y en la tarde trabajaba tirando machete en una finca. Era una vida chévere. Después llegaron desplazados mis papás y mis hermanos con sus familias. La finca quedó abandonada. Se perdió todo, los chivos, los cerdos, los cultivos. Vivíamos 20 personas en una pieza. Pasábamos ratos de mucha tristeza. No estábamos acostumbrados a acostarnos sin comida ni a dormir todos amontonados.


Los primeros días fueron muy difíciles porque en Santa Marta todo es por palanca. Mis hermanos salían temprano a conseguir trabajo y regresaban en la noche sin nada. Conseguí empleo vendiendo verduras en la calle. Los primeros días me daba pena gritar para ofrecer el producto. Prefería irme de casa en casa: “A la orden doña, lleve la papa, la yuca”. Después, la gente ya me conocía y me regalaban ropa y zapatos. Había un señor que, cuando me veía cansado, me compraba toda la carretilla. En un día bueno vendía 250 mil pesos. De eso, el dueño me daba 8 mil pesos. También me daba verduras y frutas para llevar a la casa.

Aprendizaje de puertas abiertas…

Un día llegaron al barrio –Cerro Fresco- inscribiendo a los jóvenes para el Bachillerato de Paz. Nunca había escuchado nada de eso. Pensaba: “Ahora, quien sabe qué será”, porque siempre venían buscando a los desplazados para sacar beneficios. Uno se vuelve desconfiado. Pero mi mamá nos inscribió a mí y a mi compañera, Shirly. Vivimos juntos desde el año 2005. Ella tenía 14 años y yo 18. Me iba bien en ciencias naturales porque venía del campo. Pero era malo en matemáticas. Cuando me gradué de primaria me sentí feliz. No pensé que fuera a graduarme porque le había perdido amor al estudio. En el pueblo era el primero en levantarme para ir a la escuela. Pero cuando uno se acostumbra a la plata, piensa: “Para qué estudio si no me va a servía para nada. Ya estoy trabajando”.

Luego, comencé a estudiar el bachillerato de noche en el barrio El Pantano. Pero le cogí fastidido al colegio por la profesora que regañaba mucho. A mi me gusta que me expliquen las cosas con calma. Después llegó a estudiar un muchacho de las AUC y se la pasaba amenzándonos. Decía que le teníamos que entregar las onces en el recreo. No le tenía miedo porque en el pueblo uno se acostumbró a ver a esa gente. Ellos mismos decían: “No le demuestre miedo a ningún grupo armado porque, enseguida, creen que usted debe algo”. Un día se metió con mi hermana. Le dije: “No puede estar en este colegio o lo denuncio”. Amenazó a la profesora y se fue. No lo volvimos a ver.

El primer día de clase estaba nervioso: “Si me pasan al tablero a hacer una división, me friego”, pensaba. Fue en la Universidad del Magdalena. Nunca había ido. Me pareció bonita, todo verdecito. Me animó ver tantas personas estudiando, esmerándose por salir adelante. El primer día nos presentamos. Todos éramos desplazados. Me gustó porque nos dijeron que las clases no iban a ser en un salón sentados todo el tiempo en pupitres.

La siguiente clase fue en la playa y un profesor llevó una guitarra. Y nos dieron comida. Nunca había estado en un colegio que dieran comida. También me gustó la forma que los profes nos trataban. Ese día había un muchacho apartado del grupo y hablaron con él. Uno siempre tiene problemas guardados pero no tiene para pagar un sicólogo. Todo era muy diferente a los colegios normales. Por ejemplo, uno se hacía una pregunta y, sobre esa pregunta, investigaba, hacía un proyecto y aprendía todas las materias. Otra cosa diferente eran las tutorías de barrio. Llegábamos a compartir con la comunidad.

Comenzamos 72 alumnos pero algunos se fueron retirando. Yo animaba a los compañeros: “No te retires, ya casi coronamos”. Pero jóvenes de barrios como El Pantano, Bastidas, Timayui y El Parque dejaron de estudiar porque tenían familia y debían trabajar todo el tiempo. Shirly y yo, afortunadamente, contamos con el apoyo de mis papás. Pero muchos, si no la sudaban no comían. Finalmente, nos graduamos el 29 de agosto de 2008, junto con 23 compañeros. Sentí un nudo en la garganta. Les di las gracias a mis papás. A veces estaba desempleado y me quería retirar de estudiar. Sobre todo, cuando Shirly quedó embarazada. Me daba pena con mis papás. Pero ellos me decían: “Eso no importa, estudia”. Cuando podía trabajaba con mi papá en construcción. O arreglaba televisores, grabadoras y equipos de sonido y así aportaba plata a la casa. También tuvimos mucho apoyo de los profes para terminar los dos el proceso. Sobre todo, cuando se nos murió el bebé recién nacido, en agosto de 2007. Fue un momento muy duro.

Si papá no me saca…

Creo que la rabia la tenía guardada por haber tenido que salir del pueblo y dejar todo. Todavía me acuerdo y me duele. Aunque ya no quiero regresar. Tengo otras expectativas, quiero estudiar. Es difícil pensar que, precisamente, pude estudiar porque me desplacé. Porque allá en el pueblo los muchachos se quedan tirando machete y ordeñando. Muchos terminan vinculados a los actores armados, a las malas o porque quieren. A los jóvenes les llamaba la atención porque les pagaban 600 mil pesos mensuales y les daban permiso de salir cada dos meses. Llegaban con plata y se emborrachaban. Eran los ‘chachos’ del pueblo. Cuando entraban uno ya reconocía el ruido de la camioneta. No quedaba nadie por la calle, todo el mundo se escondía.

Mi papá tuvo que rescatar a uno de mis hamanos dos veces de las AUC. Una vez se lo llevaron porque se le marcaban las botas de caucho en la pantorrilla y las tiras del morral en la espalda, entonces decían que era guerrillero. Mi papá fue con el patrón de la finca hasta donde lo tenían. Les dijo que él se quedaba en vez de mi hermano. “El problema es con su hijo”, le respondieron. Finalmente, los convencieron de soltarlo. Mi hermano tenía 29 años.

Otro día, íbamos a ordeñar a las 4 am. Hicieron unos tiros y el caballo nos tumbó. Mi hermano salió corriendo pero lo alcanzaron. Le decían que se acostara en el suelo. “Si me van a matar, mátenme parado”, les respondió. “Acuéstese porque, o si no, le queda el alma en pena”, le decían. Fuí corriendo a avisarle a mi papá. Otra vez logró rescatarlo. El patrón puso la queja donde el jefe de las AUC. Desde ese día no volvieron a molestar. Antes de graduarme, fui a trabajar al municipio de Fundación, a armar un corral para 700 novillas. La finca quedaba a dos horas en bicicleta por un camino lleno de barro. A veces, me tocaba alzar la bicicleta para que no se enterrara. En ese trajín, se me cayó la billetera. En la finca, me avisaron que debía devolverme porque ya nos íbamos a graduar. De regreso, la guerrilla me estaba esperando en el camino. Tenían mi billetera. Me preguntaron qué estaba haciendo por allá. Sentí mucho susto porque unos primos fueron de las AUC y esa gente tiene bases de datos. Pensé que me iba a matar. No me salía la voz. Le pedí a Dios que me diera fuerzas: “Estaba trabajando. Voy a Santa Marta a graduarme del colegio. Soy del Bachillerato de Paz”, les respondí. El comandante me dijo que, si quería estudiar, me pagaban una carrera. Me ofrecieron estudiar medicina. “No, gracias. Yo veo sangre y me desmayo”, les respondí. Me ofrecieron estudiar Química, que me compraban moto y no me iba a faltar la plata. Lo más chistoso es que les dije que no quería estudiar más…

La guerrilla ya me había cogido una vez cuando estaba trabajándole al patrón en la finca. Uno de los muchachos me vio cosiéndo unas botas, fue y sapeó y en la tarde la guerrilla me llevó. Cuando llegaron, pensé que me iban a matar porque estaba acostado en una hamaca militar que me habían regalado. Se me salían las lágrimas. A la semana me soltaron. Alcancé a coser 40 pares botas y me pagaron los días de trabajo.

A otro hermano, también los cogierón una vez las AUC porque tenía “porte” para trabajar con ellos. Tenía 23 años. Cuando nos avisaron nos pusimos a llorar porque esa gente cuando se llevaba a alguien del pueblo era para matarlo. Mi papá fue con mi cuñado a buscarlo. Cuando se los encontró en el camino, venían en una camioneta Toyota de vidrios oscuros. En el platón traían tres muertos. Mi papá dice que, cuando vio el poco de sangre, sintió un frío terrible. Pero abrieron las puertas de la camioneta y el primero que salió fue mi hermano.

Por eso mi papá decidió sacarnos a todos del pueblo. Porque íbamos a terminar muertos o trabajando con los armados. También por los combates entre la guerrilla y las AUC. En la finca, a veces se metían en la terraza y desde ahí se daban bala. Uno hasta se acostumbraba. Tocaba agacharse y aguantar…
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Cerca de 2 mil indígenas huyen de amenazas y violencia en Colombia

BOGOTÁ, Colombia, 17 de marzo de 2009 (ACNUR) - En el último incidente de desplazamiento de comunidades indígenas colombianas, cerca de 2 mil indígenas embera han huído de sus hogares en el departamento del Chocó, sobre la Costa Pacífica, como resultado de amenazas y enfrentamientos entre dos grupos armados ilegales.

Más de mil emberas han sido desplazados de sus territorios colectivos en los últimos días en la región chocoana del Alto Baudó, ubicada al noroeste de Colombia. 897 de ellos fueron censados la semana pasada en el pueblo de Catrú, mientras otros 114 han buscado protección en el pueblo de Nuncido durante los últimos días.

Los indígenas huyeron de 15 comunidades después de que unos 200 miembros de un grupo armado ilegal entraran a su territorio la primera semana de Marzo, los amenazaran y trataran de forzarlos a colaborar en ataques contra otro grupo ilegal.

En el Bajo Baudó, nueve comunidades donde vivían unos mil emberas se encuentran desiertas debido a los combates entre los mismos dos grupos armados ilegales. Un total de 86 personas llegaron al pueblo de Pizarro y la situación del resto de ellos es desconocida.

En el Medio Baudó, 35 Emberas de la comunidad de Indicina en el río Ancozó se encuentran ahora desplazados en el pueblo de Puerto Meluk huyendo, según ellos, de varios grupos armados ilegales que operan en su territorio.

Las autoridades nacionales y las organizaciones internacionales han tenido una rápida respuesta humanitaria al desplazamiento en el Alto Baudó, donde los indígenas emberas están recibiendo comida, alojamiento, asistencia médica básica, agua y asistencia psicosocial en Catrú. En el caso del Medio y Bajo Baudó, las autoridades locales han proveído la asistencia básica a los desplazados y las autoridades nacionales están empezando a evaluar las necesidades.

Sin embargo, el ACNUR está preocupado por la protección de estas comunidades. Solo en el 2008, hubo tres desplazamientos masivos en el Alto Baudó, dos en el Medio Baudó y cinco en el Bajo Baudó. Hay reportes confiables sobre abusos que deben ser investigados, incluyendo el posible asesinato de una mujer indígena y la violación de otras dos en la comunidad de La Vaca en el Bajo Baudó.

La población indígena se encuentra bajo constante presión por parte de los grupos armados ilegales en toda la región, y enfrenta creciente restricciones en su capacidad de cazar o pescar en sus territorios tradicionales. En el Alto Baudó, uno de los grupos armados ilegales impuso un bloqueo económico a lo largo de los ríos Catrú y Dubasa.

"Estamos recibiendo amenazas de todos los grupos ilegales" dijo un líder indígena de la zona al ACNUR. "Ellos también quieren reclutar nuestros niños y niñas. Es por eso que es preocupante que no todos los desplazamientos hayan sido registrados por el gobierno en el pasado"

El Representante en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Jean-Noël Wetterwald, resaltó la necesidad de esfuerzos integrales para proteger a los indígenas "Hace algunas semanas fuimos testigos del asesinato de un grupo Awá en Nariño. Ahora vemos un desplazamiento masivo de emberas en Chocó. La respuesta humanitaria para estas situaciones tiene que ser complementada por esfuerzos crecientes para la protección de las comunidades indígenas" afirmó Wetterwald, y añadió que "nosotros queremos reafirmar que los civiles en Colombia también están protegidos por el Derecho Internacional Humanitario, y que el desplazamiento forzado es un crimen contra la humanidad"

Al menos 27 grupos indígenas se encuentran en peligro de extinción en Colombia, en gran parte como resultado del conflicto armado y del desplazamiento forzado. Su supervivencia depende enormemente de su capacidad de permanecer en sus tierras tradicionales. Desafortunadamente, muchos han huido de dichas tierras y se han dispersado a la largo del país, algunas veces, en centros urbanos lejanos.

El ACNUR, con 12 oficinas en Colombia, tiene varios programas que apuntan a la protección de la población indígena, incluyendo el monitoreo regular y el apoyo para afrontar las amenazas y los desplazamiento masivos; apoyo a las organizaciones indígenas dirigido al mantenimiento de la unidad entre las comunidades desplazadas; capacitación en sus derechos, y apoyo a las autoridades nacionales y locales responsables de proteger y ayudar a los pueblos indígenas.
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