
La revista Semana siguió de cerca el escándalo de la parapolítica y destapó la olla sobre cómo seguían controlando, vía teléfono celular, los jefes paramilitares encarcelados la violencia y el narcotráfico. El comentario de su directora María Teresa Ronderos dio espacio a las víctimas y brindó un análisis astuto sobre el desarrollo del proceso de Justicia y Paz. Las revistas Semana, El Tiempo y Cambio documentaron, todas ellas, el creciente dominio que ejercen los paramilitares sobre la política local, una historia peligrosa de contar.
El Tiempo publicó una extraordinaria serie sobre las fosas comunes. Como lo explicó su redactora Luz María Sierra, Cuando en El Tiempo decidimos hacer un informe especial sobre el fenómeno de las fosas comunes comenzó a repetirse una escena
en la sala de redacción: uno a uno, los reporteros que volvían de su labor, llegaban aterrados….
Los testimonios de paramilitares y los resultados de los equipos forenses permiten concluir que las Autodefensas Unidas de Colombia no solo diseñaron un método de descuartizar a seres humanos sino que llegaron al extremo de dictar cursos utilizando a personas vivas que eran llevadas hasta sus campos de entrenamiento.... ¿Y de la guerrilla? También se han encontrado fosas [con víctimas de la guerrilla] pero el 98 por ciento de las denuncias de las que se ocupa hoy la Fiscalía son de ‘paras’.
El Espectador publicó una columna periódica escrita por el líder del movimiento de víctimas, Iván Cepeda, dando así voz a un importante movimiento.
Y el periodista independiente Hollman Morris, a pesar de las amenazas, continuó con su ciclo televisivo, Contravía, que hizo más que cualquier otro programa para llevar a los hogares colombianos los rostros y las voces de las víctimas de la violencia. Su ciclo explora gráficamente la heroica lucha diaria de gente común para sobrevivir y tener justicia. En su programa sobre la comunidad de paz de San José de Apartadó, muestra a este grupo de campesinos organizando y debatiendo sobre sus problemas cotidianos. Más tarde, superpuso sus nombres y la fecha en que cada uno de ellos fue asesinado.
Este tipo de cobertura era la excepción más que la regla—pero fue heroica. Ver los ejemplos de las páginas 23, 28 y 42. Como muestra Hollman Morris (ver recuadro en página 30), los periodistas se arriesgaban en este cobertura. Según el Comité para la Protección de Periodistas, Colombia figura en el cuarto puesto en su índice de impunidad, que clasifica los asesinatos no resueltos de periodistas por cantidad de población, con periodistas “que están en la mira por su reportaje”.
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