10 octubre, 2008

"El azaroso olvido de la condición humana"

La Fundacion Ayuda al Refugiado (FUNAR), Nos sumamos al reconocimiento por su invaluable actividad en defensa de los derechos humanos y sus profundas investigaciones en el campo de periodismo, al premio otorgado al Compañero León Valencia, presidente de la Organización Nuevo Arcoiris.

León Valencia participó con varios artículos de opinión, entre los cuales fue escogido: "El azaroso olvido de la condición humana", publicado en el diario El Tiempo en su columna habitual de los sábados. y la cual nosotros hemos publicado para conocimiento de la gente.

"El azaroso olvido de la condición humana"



Me negué siempre a creer que en los momentos más agudos la guerra pierde toda apariencia política y se extravía en los meandros de las vendettas personales, de las traiciones ominosas, del azaroso olvido de la condición humana, de la negación inmisericorde de la ética. Que el horror se muestra sin vergüenza alguna. Que aparece el interés morboso de que las cosas más horrendas se conozcan. Pero en estos días me he rendido a la evidencia.

Sentí que estábamos en esa triste estación de nuestro conflicto mientras hablaba con Nicolás Rodríguez Bautista, comandante general del Eln, en noviembre pasado, en una entrevista en Caracas. Decía con apremio que sus fuerzas y las del Gobierno estaban peleando palmo a palmo en múltiples regiones del país con una saña que nunca se había visto.

Él, que ha estado 44 de sus 57 años de vida en la guerra y le ha visto la cara a la muerte mil veces, decía que no hay campo para la piedad, que los umbrales del respeto a la especie se han derrumbado.

Lo he visto con estupor en las pruebas de supervivencia de los secuestrados que han estado enviando las Farc en estos meses. No hay el menor recato para mostrar a estos seres macilentos y tristes, lacerados en sus cuerpos y vejados en su espíritu, con el pálpito infamante de que están más cerca del hielo de la muerte que de la gracia de la liberación.





Lo vi de nuevo en estos días cuando 'Raúl Reyes' fue dado de baja en un campamento, en el lado ecuatoriano, y los militares colombianos lo trajeron al país para mostrarlo con sus vísceras reventadas y el torrente de sangre cubriendo su cuerpo destrozado. Lo mantuvieron varios días en Medicina Legal y luego lo enterraron sigilosamente fuera del alcance de la madre de sus hijos, que había venido desde lejos a reclamar su cadáver.




O cuando 'Rojas', el guerrillero de las Farc, se apareció con una mano cercenada de su compañero de armas, Iván Ríos, ante la fuerza pública, para reclamar la recompensa por haberlo asesinado a traición, quizás mientras estaba durmiendo con su pareja, en una oscura montaña.




Las guerrillas sienten la urgencia de llamar la atención del mundo confirmando que no se van a detener ante nada. Que han pasado por encima de la distinción entre militares y civiles y atacarán por igual a políticos y a combatientes. Que el cuerpo de personas inermes es el principal lugar de la guerra demencial.

Las fuerzas del Estado saltan las fronteras y vulneran la soberanía de un país vecino para llevar a la muerte a uno de los principales jefes guerrilleros sin reparar en los acompañantes civiles. Luego, acometen con diligencia la tarea de armar un expediente contra el presidente del territorio hermano para tratar de atenuar los airados reclamos de los ofendidos.

Anuncian también que pagarán a 'Rojas' la recompensa de cinco mil millones de pesos por el asesinato de Ríos reconociendo en la acción macabra del guerrillero una actuación legítima a favor del Estado.

Todo esto es, desde luego, un terrible juego político. Con los rehenes subyugados en su profunda humanidad, las Farc logran capturar la agenda exterior colombiana y obligan a un diálogo al mundo entero.




Con la exhibición del cadáver de 'Reyes' y la "mano cercenada" de 'Ríos', el Estado reclama una victoria y anuncia que está a un paso de la derrota total de las Farc. Con el pago de la recompensa aseguran que la traición en las filas enemigas continuará.

La perversidad absoluta, el olvido de la condición humana, parece despojar a estas acciones de su naturaleza política, pero en realidad los hechos son brutalmente políticos. Unos y otros han entrado en la fase más siniestra del conflicto. Y lo más grave: la sevicia no se detendrá hasta que la guerra termine, porque cada acto brutal de un contendiente es una autorización para que el otro proceda de la misma manera.



lvalencia@nuevoarcoiris.org.co León Valencia

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