11 septiembre, 2008

Refugiados en Haití enfrentan condiciones infrahumanas

JONATHAN M. KATZ AP
GONAIVES, Haití - Un conductor de mototaxi tiembla a consecuencia de la fiebre en una catedral rodeada por las aguas, sentado en una banca y envuelto en una manta, delirando.
El hombre lucha por recordar los nombres de sus cuatro hijos, uno de los cuales falleció cuando dos tormentas cubrieron de lodo Gonaives y las poblaciones adyacentes.

Eso fue hace 10 días y desde entonces la casa de Avel'Homme Latortue, de 34 años, ha sido la húmeda galería del coro de la catedral de San Carlos Borromeo, en una plaza al frente de una prisión. En el interior, el aire apesta a sudor y las bancas están cubiertas con las ropas lodosas de 500 personas, con poca agua y alimentos y ningún otro lugar a dónde ir.

"El dormir es difícil cuando tienes tanta hambre", dijo Latortue. "Despertar es difícil también".

Las autoridades dijeron que al menos 50.000 personas se encuentran en refugios en Gonaives. Pero esa cifra apenas sí señala el verdadero alcance de la tragedia.

En un área metropolitana con unos 300.000 habitantes, una de cada cuatro casas está dañada. Y aquellas que no lo están han servido de refugio hasta para 100 personas, muchas de ellas desconocidos.

"Cada casa es ahora un refugio", dijo Yolene Surea, jefe de protección civil local. "Cada una de las que siguen en pie".

Y es que el término refugio es relativo en estos momentos en la zona.

En la catedral, el lodo cubre todo. El piso es un campo de fango pegajoso. El olor a moho se mezcla con el del excremento concentrado en tres retretes portátiles que están afuera

Manchas de un metro de altura (tres pies) marcan en los pilares de la iglesia el nivel del torrente de agua que inundó el recinto, desperdigando las bancas de madera. Los refugiados se han llevado algunas escaleras arriba para usarlas como camas. Sin embargo, la mayoría duerme sobre montañas de ropa sucia.

Cuando amanece a las 5:30 de la mañana la mayor parte de los hombres salen a la plaza y las calles inundadas en busca de alimentos y dinero.

Pero Latortue está demasiado débil y adolorido como para hacerlo. Perdió a su madre e hija a consecuencia de la tormenta tropical Hanna y mandó a sus otras tres niñas, de 3, 5 y 8 años, con un familiar al otro lado del pueblo.

Luego empezó a tener diarrea y le vino la fiebre. Un hongo empezó a desarrollarse en el lado derecho de su pecho. Una mujer le aplicó una mezcla de frutillas amarillas, pero ello no alivió su dolor.

Visitado por un reportero hace tres días, se mostró despierto y vestía una playera blanca relativamente limpia. Pero para el jueves estaba bajo una manta blanca cubierta de moho, sin camisa.

Se desmayó varias veces y era incapaz de caminar siquiera un poco en el piso de linóleo lleno de mugre.

Su estado refleja la situación en Gonaives, que los equipos de ayuda temen que empeore. Todo mundo aquí tiene hambre. Ante la incapacidad de los grupos de ayuda de entregar alimentos y agua a quienes más lo necesitan, muchos temen que pronto se generalicen el hambre y las enfermedades.
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